El anuncio

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         ¡Antes de leer!
Quiero agradecer enormemente a: Natsume_King por la portada ✨
Y bueno, ya dando créditos a su trabajo puedo decir:
Bienvenidos a mi mundo lobuno

                                   
Monterbik es un pequeño Estado ubicado en inicios de un bosque conífero, hecho que lo hacía mantenerse rodeado por vegetación, lluvias y bajas temperaturas. La población no era tan extensa, de hecho no superaba los 500 habitantes y la mayoría de los adultos se conocían entre sí. Es decir, era tan pequeño que me resultaba más como un pueblo que un Estado individual, pero la sociedad lo había catalogado como tal, haciéndolo un sitio minúsculo e independiente; exiliado en su mayor parte del resto de la sociedad y el país.

Mi casa era una de las más alejadas de todas, junto a la mansión que estaba justo enfrente, que llevaba deshabitada desde que tenía memoria.

Monterbik era una población tranquila, sobre todo disciplinada, tanto que no había estación de policía ni semáforos. Vivir entre nuestros habitantes era casi mágico, aunque solo fuésemos unos simples mortales.

Era el paraíso. Excepto para mí.

El instituto era un infierno, siempre era el blanco para cualquier tipo de bromas, inclusive para los de primer año. Y no tenían un motivo siquiera. Las vacaciones habían finalizado más pronto de lo que hubiese deseado, tenía que volver a ese sitio desagradable en donde pasaba la mayor parte de los días, de nueve de la mañana a cuatro de la tarde.

El primer día de mi último año de preparatoria me desperté a causa de los rayos del sol que se colaban por el vidrio de la enorme ventana que estaba a un costado de mi habitación. Arrugué  la nariz cuando hice un mohín y aparté  la sábana, mis piernas quedaron a la intemperie debido a mi pijama que era un shorts de algodón y una blusa de tirantes.

Con toda la pereza del mundo me levanté de la cama y me calcé los pies con unas esponjosas pantuflas de conejo. Me dirigí hacia el espejo para observarme y darme ánimos. Viéndome en el reflejo me di cuenta que tenía lo necesario como para levantar mí repugnante reputación: guapa, inteligente y adinerada. Aunque claro, para lograr eso tendría que hacer que Ashley Mendoza dejara de tomarme como su payaso personal.

Mi cabello caía en una larga cascada de ondas achocolatadas, mi mata de pelo era tan abundante y larga que cubría mi espalda y me rozaba la cintura. Mis ojos lucían atractivos gracias a la espesa capa de pestañas y mi piel aceitunada era todo un encanto. Lo único cuestionable de todo mi aspecto era mi escaso metro cincuenta y cinco, no es que fuese la única chica pequeña en todo Monterbik pero era uno de mis puntos débiles.

—Eres perfecta lo sabes  —dijo alguien a mis espalas tomándome desprevenida, tanto que di un respingo en mi sitio. Mi padre me observaba desde la puerta, con una mirada nostálgica. Eran pocas las veces que podía verlo, trabaja demasiado y yo no era una de sus prioridades.

 —¡Papá! —exclamé extrañada—. ¿Qué haces aquí?

—Mmm… —murmuró mientras se llevaba una mano al mentón y la vista al techo, volteé los ojos por lo dramático que solía ser—. Según tengo entendido esta es mi casa.

Amor de Lobos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora