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OCURRIÓ. COMO UNA FUERTE Y TORMENTOSA VORÁGINE.

Un torrente de emociones jamás percibidas o, al menos no recordadas sino hasta esos instantes, cobró vida sobre sus rasgos siempre inertes y rigurosos. La oscuridad de su mirada se transformó de repente, convirtiéndose en aflicción. Sus pequeños labios rosas se retorcían, contorsionando su semblante.

Nada de aquella estampa tan magnífica y repleta de perfección se lograba observar en ningún recóndito lugar de su persona.

Ocurrió. ¡Oh, no! Una vez más.

Con lentitud, Reishack tocó el suelo con sus tenis lodosos y penetró en aquella casa sin ser invitado.

Todo se encontraba en perfecto silencio. El moho había reptado a las paredes y el paso del tiempo había dejado un par de ventanas rotas y vidrios esparcidos por aquí y por allá. Una vieja mesita de madera era el único mobiliario del angosto recibidor. El ángel se quedó un segundo frente a ella, admirado por el pulcro color blanco del mantel calado y el florero que acunaba una sola gardenia. La flor parecía sonreír con su esplendorosa belleza.

En la habitación contigua se instalaba de manera portentosa un enorme y anticuado reloj de piso. No funcionaba más y el único bracito acusaba de manera insistente al número seis.

Sutil y silencioso, el ángel se dirigió a la parte posterior de la casita. Un baño, un pequeño cuarto deshabitado y, finalmente, aquel al que buscaba.

Aquella habitación parecía contener vida a pesar de las paredes descuidadas y del extraño aroma a vejez. Al centro del lugar se hallaba un colchón sucio y roto al cual Reishack no prestó atención alguna. Sereno, se aproximó al rincón desde donde brotaban los sollozos de un joven, oculto tras un antiguo buró de caoba oscura.

Mientras se acercaba a él, sentía que su corazón se le encogía dentro del pecho. De nuevo las emociones humanas que no sabía controlar se apoderaron de su cuerpo. De nuevo el dolor mortal del alma humana comenzó a introducirse en su corazón con toda su crueldad.

Se trataba de un chico disfrazado de payaso.


El ángel frunció el entrecejo mientras veía como este intentaba limpiarse de modo torpe el maquillaje y se arrancaba la peluca rosada que arrojó al suelo. Cuando sus ojos se encontraron, el joven guardó silencio unos instantes antes de comprender lo que estaba sucediendo.

No se resistió a su presencia, ni consintió aplacar el llanto con su llegada. Por el contrario, sus lágrimas se volvieron más violentas y caían por sus mejillas con insistente velocidad.

Ni siquiera alejó el pedazo de cristal con el que frotaba su muñeca.

Reishack observó con los ojos acuosos los arañazos que el payaso había dejado enrojecidos en su piel y no pudo evitar sentir un estremecimiento en el pecho; una congoja intensa e insufrible al reparar en las marcas antiguas que él mismo se había provocado.

Cuando se miraron a los ojos, el payaso tuvo un leve presentimiento de que ya había contemplado antes aquel rostro inmaculado y perfecto.

-Sí... -titubeó entre sollozos-. Ya sé quién eres tú y no tengo miedo. A decir verdad, estuve esperándote. ¿Por qué tardaste tanto?

El ángel sintió que se le congelaba el alma al contemplar esa mirada llena de angustia.

-Ya estoy aquí -repuso con seriedad. Deslizó sus pies sobre la escabrosa superficie-. ¿Estás seguro de que deseas hacerlo? -El payaso asintió de inmediato y Reishack sintió que se le destrozaba el corazón-. ¿Estás seguro? -preguntó una vez más-. No sabes lo que hay allá. Puede que no sea la solución a tus problemas. Quizás pienses que no sirvió de nada, quizás te arrepientas, quizás... -Su voz se fue apagando con suavidad, mientras pugnaba por detener su propio llanto.

Reishack - El último ángel de la muerte prematura [Serie Reishack 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora