Capitulo 3: Un nuevo don

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Parte 1

Son las 4 con 25 de la madrugada.

No he dormido absolutamente nada.

He hecho de todo para descansar mi conciencia cuando menos unos minutos, desde leer, hacer ejercicio, tomar leche caliente.

Incluso he hecho las tareas restantes de álgebra, y, aún cuándo normalmente me quedo dormido haciéndolas, por esta ocasión, he permanecido plenamente en estado de vigilia.

¿Que me está pasando?

Susurré, mientras me echaba en mi cama desesperado.

Era muy extraño, nunca antes había sufrido de ataques de insomnio, o al menos no tan severos como ahora.

Lo más que me sucedía era no poder dormir hasta pasada la 1 o 2 de la mañana.

Luego de cumplida esa hora, me rendía en mi cama aún sin percatarme, como si de narcolepsia se tratase.

Más aún, estos días habían sido bastante agitados, o al menos eso interpretaba mi cuerpo, ya que de las 24 horas que tiene el día, cuándo menos, 16 se concentraban netamente en dormir.

Aún si no hacía nada más que tareas domésticas básicas que no requerían muchos esfuerzos físicos, mi cuerpo me exigía sesiones de sueño demasiado extensas.

Diría yo, exageradas.

04:45 A.M

No falta mucho para que salga el sol.

Por más que siga intentando dormir no lo conseguiré.

Si algo he sabido toda mi vida es que Dios nunca ha estado conmigo. Y si lo ha estado, solo ha sido para hacerme miserable.

¿Porque? Quizá me deteste, o solo soy su hijo menos favorito.

Prueba de ello es que muy posiblemente me quedaré dormido a mitad del exámen de Química que oportunamente tendremos a primera hora, poniendo en riesgo mi historial académico y disminuyendo la posiblidad de ingresar a una buena universidad.

Ya ni modo. Rechiste resignado, mientras erguia mi cuerpo de mi dura y fría cama.

Coloqué mis pies en el suelo y procedí a caminar, dirigiendo mis pasos hacia la puerta.

Poco antes de llegar, tomé mi celular que estaba en un mueble cercano, le eché un vistazo, percatandome de que habían cientos de notificaciones.

Unas cuantas de Keith, otras de Dust, Zack, Mikaela y Alice.

Pero la gran mayoría eran de Devon.

¿Que querrá ese tonto?

Conociéndolo, seguramente hasta apenas se acordó del examen que tendremos el día de hoy, y me llamó para pedirme ayuda.

Que se las arregle solo. Dije frunciendo el ceño y arrumbando mi celular en aquel mueble mientras atravesaba el umbral que dividía mi habitación del pasillo.

Di unos cuantos pasos.

La casa, pese a ser algo antigua, se encontraba en muy buen estado, y además era extensa.

Seguido de mi habitación, se encontraba una que era dirigida para huéspedes, la cuál usualmente alquilabamos a turistas que venían al pueblo durante las vacaciones de primavera y no contaban con suficiente dinero para pagar un hotel, pues estos contaban con precios extremamente altos que podían atentar contra su economía.

No éramos los únicos que lo hacían, era una práctica muy usual cuya única desventaja era ganarse el odio de los hoteleros que, al perder ganancias, entraban en quiebra.

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