—Minatozaki Sana, esta corte la encuentra culpable de la muerte por negligencia médica del menor Cho Kyungsan y la sentencia a 5 años de cárcel en la Prisión Federal Camp Alderson.
El martillazo del juez hizo un eco sordo en su cabeza y una silenciosa lágrima descendió de sus ojos rojos e hinchados.
—Lo siento. —Susurró su mejor amiga y abogada Mina mientras la abrazaba, aguantando las lágrimas.—Hice todo lo que pude.
Sana veía a su alrededor sintiéndose ajena a esa caliginosa situación, el llanto de su madre y amiga, la sonrisa cruel de quiénes la inculparon, los murmullos de los presentes, se sentía miserable, como si en cualquier momento su piel fuera a agrietarse, transformándose en tierra seca que caería en pedazos hasta no dejar nada más que un rastro de polvo.
Miró de reojo a su antiguo novio Mark, el culpable de que ella estuviera ahí siendo sepultada en vida por un crimen que no cometió, todo por un mínimo error, una infidelidad que desembocó en la amenaza de hundirla. Que arrogante fué al pensar que solo eran promesas falsas, aún recordaba como se había mofado de su exnovio cuando este le dijo que la aplastaría, que la destrozaría. A sus ojos, Mark solamente estaba despotricando debido a la ira: patético. Poco le importó que el padre de este fuera el Director del hospital donde trabajaba, y es que jamás pensó que ese hombre serio y razonable se dejaría llevar por las palabras de su hijo, incriminando a Sana por la muerte de sus pacientes.
Sí, Sana había pecado de soberbia e ingenua. Estaba acostumbrada a una vida donde todos a su alrededor celebraran cada cosa que ella decía o hacía, destacada en su trabajo como pediatra, de facciones sensuales y hermosas, con una labia digna de envidia y anhelo.
Pensó que la aventura de unas cuantas noches con la enfermera de la planta de cirugía no tendría importancia y cuando Mark, su novio de 1 año, la descubrió con la chica entre sus piernas lamiéndola como toda una profesional, imaginó que simplemente significaría el termino de su relación sentimental, nada que realmente le importase. Ahora viviría en carne propia el alcance de su error.
—Sana, haremos todo lo posible para sacarte cuanto antes. —Mina la apretó en un abrazo no queriendo dejarla ir. —Esto es una maldita injusticia, buscaré una solución, te lo prometo.
—Mina. —Musitó con la voz quebrada, con la mirada fija en su pobre y agotada madre. —Necesito pedirte un favor. —Lo que sea, pídeme lo que sea.
—No quiero que mi madre me vaya a ver a prisión, no lo soportaría. —¿Cómo permitir que su madre sufriera yendo a verla a prisión? No podía ser tan egoísta.
Mina retuvo las lágrimas y asintió con un movimiento de cabeza.
—De acuerdo, no irá, lo prometo.
—Bien, gracias.
Dos guardias se colocaron tras Sana y Mina, quienes al notar la presencia de las mujeres rompieron su abrazo, no dejaron de mirarse y Sana limpió con sus dedos pulgares las mejillas húmedas de su mejor amiga, era como su hermana.
—Minatozaki Sana debe acompañarnos.
—Debo irme. —Un tirón de las comisuras de sus labios fué lo mayor que logró esbozar en similitud a una sonrisa alentadora.
—Iré a verte, sé fuerte.
—Lo sé, cuídate y cuida a mi mamá porfavor.
Contó los pasos que retrocedió, fueron 3, miró a su madre por última vez y cuando ella se levantó apretando su húmedo pañuelo debido a las lágrimas, Sana le indicó con un movimiento de cabeza que no se acercara, se dijeron todo los ojos, ella era la persona más importante de su vida y la que más sufría por lo que iba a ocurrirle, lo sabía y ocasionarle tal dolor a su madre era su peor castigo.
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𝕻𝖗𝖎𝖘𝖎𝖔𝖓𝖊𝖗𝖆 - 𝕾𝖆𝖙𝖟𝖚
Fanfiction𝕾𝖆𝖙𝖟𝖚 - Cuando Minatozaki Sana escuchó la sentencia del jurado, el mundo se desmoronó ante sus fanales vidriosos e índigos, condenada a 5 años de prisión por una negligencia médica que no cometió, fué trasladada hasta una penitencieria de máxim...