2: Misericordia

262 45 1
                                    

La noche era hermosa, el cielo repleto de estrellas y una bella luz de luna qué iluminaba todo a su paso, el canto de los grillos y las luciérnagas volando por todas partes daban un ambiente bastante tranquilo y en medio de aquella noche tan maravillosa el hombre a quien llamaban exorcista limpiaba su espada cuidadosamente de la sucia sangre de los demonios, una sangre la cual era oscura y con un olor muy fuerte.

«Si los dioses sangran ¿Por qué los demonios no?»

Aquel hombre miró su reflejo a través del arma, solamente podía ver a un hombre el cual ya se encontraba muerto por dentro.

«Un hombre que ya había visto lo peor del ser humano»

El castaño levantó la mirada al sentirse observado, una silueta se encontraba merodeando entre los árboles, el exorcista tomó su espada y corrió de prisa con la sospecha de que se tratara de una criatura peligrosa o quizás un demonio más. El hombre se detuvo justo a escasos pasos de aquel ser, al estar tan cerca se percató de que simplemente se trataba de una persona, el chico intentó huir no obstante la mano del exorcista le sujetó del brazo para impedírselo, con aquella acción una canasta cayó al suelo y de ella se esparcieron frutos de colores brillantes.

El velo qué cubría la cabeza del chico se deslizó, en ese momento una luz iluminó el rostro de ambos, el castaño al ver al chico simplemente le soltó, ahí estaba él, la persona que una vez le hizo el hombre más feliz para posteriormente traerle desgracias y convertirle en lo que era en el presente.

— Auron — el tono de voz era frío, su mirada demostraba frialdad

— Luzu... — el menor simplemente se inclinó para recoger aquellos frutos en el suelo

— ¿Qué haces aquí? — el hombre clavó su espada en la húmeda tierra mientras seguía observando al menor

— Hay algunos frutos especiales que... Sólo se consiguen durante la noche, lamento que hayas tenido la mala suerte de encontrarme aquí

— Sólo termina y vete antes de que pierda mi cordura y haga algo que quizás me arrepienta después

— ¿Tanto me odias? ¿Quieres matarme? — el chico se levantó con su canasta en el brazo

— ¿Debería evitar odiarte? — sonrió con malicia — eres una zorra traicionera y aún así... ¡Tú fuiste perdonado tan fácilmente mientras qué yo tengo que hacer estas mierdas para obtener el perdón!

— Me he reformado Luzu... Me convertí en un hombre de bien, he gastado todo este tiempo en mejorar como persona y dejar el pasado atrás, disculpa pero eso no fue recibir el perdón de forma sencilla

— ¡¿Y lo qué yo hago?! Auron me paso toda la vida asesinando demonios, arriesgo mi vida y mi cordura...
Y todo para ser perdonado por los dioses

— Nuestros pecados eran distintos Luzu

— Pero aún así no me canso de repetir de que todo es culpa tuya — el castaño tomó de los brazos al chico — tú eres el causante de mis desgracias y me las vas a pagar con tu vida

— Si tanto quieres matarme ¿Por qué no lo haces? Adelante... Usa esa espada y perfora mi corazón, si eso te hace feliz... Si eso hará qué haya paz en tu corazón entonces hazlo

— ¿Y terminar añadiendo un pecado más a mi lista? No gracias, además sería demasiado sencillo matarte... ¿Sabes? Yo prefiero que me pagues con creces todas tus trampas en vida — el castaño llevó una de sus manos al mentón del menor, sus dedos acariciaron aquella zona

— ¿Qué es lo que quieres exactamente Luzu?

— Qué me pagues, que pagues todo el daño que me hiciste, es simplemente eso

— Lamento mucho lo que hice, me he disculpado en cada ocasión en que hemos coincidido pero aún así sé que para ti nada es suficiente

El castaño se apartó del chico, caminó alrededor de este, mirándolo de arriba hacia abajo, sus ojos brillaban de un tono carmesí mientras trataba de contener esos impulsos qué provocaba su presencia.

— Nosotros pudimos haber logrado muchas cosas Auron... Pero tuviste que arruinarlo todo

— ¿Lo dices por mis acciones en general? O quizás... ¿Te refieres específicamente al hecho de que no quise casarme contigo? — el menor levantó la mirada y sus ojos bicolores se encontraron con los ojos carmesí de Luzu

— Tú... — la mano del mayor tomó el cuello del más bajo, amenazando con hacer presión — tú debiste ser mío

— Lo siento, pero ni ayer ni hoy... Jamás podré ser tuyo Luzu

— Eso ya lo veremos Auroncito — el castaño se acercó a aquellos labios prohibidos — es tu última oportunidad Auron, es la única forma en que pueda ser piadoso contigo

— Luzu...

— O aceptas estar conmigo o entonces te enfrentarás a las consecuencias de tus actos

El castaño sonrió y empujó al contrario, la hora de descanso había finalizado y ya tenía que trabajar en su encomienda divina, sus pasos pesados fueron alejándose del pelinegro quien simplemente se acomodó el velo para cubrir la flama de su cabeza y pasar desapercibido en la oscuridad de la noche.

Luzu continuó su andar por el inmenso bosque, la noche era joven aún, así que tal vez se encuentre con criaturas a las que pueda exterminar, aunque su mayor especialidad eran los demonios, por algo le llamaban exorcista pese a que los eliminaba usando la fuerza más que la palabra divina.

En cuanto al pasado, era algo que cargaba en todo momento sobre sus hombros sin importar el paso del tiempo y lo pesada que era dicha carga, sus malas decisiones trajeron como consecuencia pecados graves e imperdonables, sus impulsos en contra de a quien alguna vez amó le hicieron caer en el limbo donde la única alternativa qué tenía para expiar todos sus pecados, era eliminar a todos aquellos seres malignos qué habiten por su pueblo.

«Solamente así podría recibir la misericordia de los dioses»

El castaño sonrió al mirar a la luna, tenía una gran determinación, se juraba así mismo qué usaría todas sus fuerzas para eliminar absolutamente toda la maldita inmundicia qué existía en esos alrededores; demonios, monstruos y todo ser maligno existente. Una vez cuando reciba finalmente el perdón... Entonces podría ajustar cuentas con Auron libremente, hacerle pagar por su traición, cobrarse cada una de las veces en que le decepcionó.

Era una verdadera lástima, la belleza de Auron tan sólo traía desgracias, Luzu siempre lo supo pero lo negó durante tanto tiempo, no obstante pese a todo Luzu aún seguía empeñado en conseguir algo de Auron, ya sea vengarse de él o por el contrario, adueñarse de su persona, amarrarlo a su vida por toda la eternidad.

«Asegurarse de que nadie más pueda amarle, hacer qué su belleza sea solamente para una persona... Esa belleza es una maldición»


.
.
.
.
.
.


«Auron es mío y lo será hasta el fin de los tiempos»

Continuará...

Inmundicia, misericordia, calamidad y belleza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora