9: La Lujuria Va De La Mano Con La Inmundicia

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El albino gruñia sin control, la fuerza con la que apretaba los dientes causaba que pequeños hilos de sangre le brotaran por la comisura de los labios, no podía controlarse, no teniendo a aquella exquisita presa debajo suya, aquel pelinegro luciendo tan indefenso, tan sumiso. Rubius no dudó en retomar las embestidas, su pelvis se movía con rapidez y potencia, deseando poder sentir más y más de aquellas cálidas y húmedas paredes qué presionaban su miembro de una forma tan deliciosa.

Los jadeos de Auron, sus lágrimas desbordándose de sus bellos ojos bicolores, sus hermosa piel repleta de marcas hechas por el mismísimo cura, todo ello daba como resultado una escena tan preciosa para el albino.

El cura no dudó en enterrar nuevamente sus afilados dientes en la piel de su amada presa, le daba un infinito placer poder hacerle daño, causarle dolor al momento del sexo era algo que inexplicablemente resultó ser la cima de sus fantasías, uno de sus deseos más oscuros. Auron solamente podía ser suyo, esa criatura tan bella y codiciada por muchos hombres y mujeres, tenía un dueño y este resultaba ser el más enfermo y sucio de todos.

— Auron... Auron — el cura se aferró al pequeño cuerpo de su amado, no estaba satisfecho, aún no lograba saciarse del todo con el cuerpo de su seguidor más devoto y puro de todos  — eres... un buen chico, me encantas

— Ah... Rubius duele... — el chico apenas y podía formular oraciones, su cuerpo estaba adolorido después de aquellos tratos qué su amado cura le había brindado

— Te amo Auron ¡Eres el único hombre al qué he amado! Eres mío ¡Mío!

— D-despacio... A-ah por favor — el chico suplicó ante las estocadas salvajes que el mayor le propinaba

— Voy a llenarte amor, quiero llenar tu hermoso culo con mi esencia

El albino sacaba su miembro con lentitud para simplemente meterlo de un sólo golpe nuevamente, disfrutaba mucho de poder apreciar su polla entrar y salir de aquel agujero, podría correrse en cualquier momento, mientras el pobre de aquel quien recibía las estocadas apenas y podía producir sonido alguno pues su garganta comenzaba a dolerle luego de haber gemido, suplicado y maldecido en voz alta por la brusquedad de aquel quien decía amarle sobre todas las cosas.

El cura finalmente cesó los movimientos, miró con una enorme sonrisa a su amado, lentamente fue saliendo de aquel agujero, al sacarla completamente, pudo apreciar como el semen iba saliendo de la cavidad, desbordándose hasta manchar las sábanas blancas. Rubius tenía una expresión escalofriante, había tomado lo que le pertenecía.

[...]


El albino abrió los ojos con lentitud, había tenido nuevamente uno de aquellos sueños indecentes con Auron, el hombre suspiró al remover sus sábanas y ver que tenía una erección... Algo de esperar considerando lo lujurioso qué el cura se ponía cuando Auron estaba de por medio.

Algo fatigado fue levantándose de su cama y se dirigió a la ducha, ciertamente era de noche aún por lo cual no podía salir a la calle y distraerse de aquellos pensamientos impuros. Estando en la ducha sus pensamientos se dirigieron a lo que le parecía más razonable y era qué debía conseguir qué Auron sea su pareja a como de lugar, Rubius había esperado demasiado tiempo por Auron y ya era hora de dar el paso clave para conseguirlo.

Rubius tenía la simpatía de los dioses de Tortillaland y por ello tenía el permiso de tomar a alguien como esposo y como estaba más que claro, utilizaría ese permiso para lograr casarse con Auron y al fin tenerle para él. Un plan demasiado fácil de llevar a cabo, estaba completamente seguro de que Auron siendo tan ingenuo y devoto, no sé negaría al mandato de los dioses, y los dioses mismos no se negarían a aceptar a Auron sabiendo cuan grande era su devoción hacia ellos.

El albino salió del baño secando su cuerpo con una toalla, tenía todas las de ganar o al menos eso era si no aparecían grandes molestias como Luzu, quien era la persona que tuvo una relación muy cercana  con Auron en el pasado, y si bien su amistad se hallaba rota en la actualidad, no podía confiar en que realmente permanecerá de esa manera por toda la vida.

Luzu es una persona que ciertamente no le desagrada del todo, además de que incluso suele ayudarle en todo el rollo de rituales de purificación, no obstante si el día de mañana Luzu se convierte en una verdadera amenaza, entonces no le quedaría más opción qué eliminarlo.

«No sería la primera vez»

Rubius se acercó hacia una caja de madera la cual reposaba sobre el pequeño escritorio qué tenía en su habitación, el hombre abrió la caja y de ahí sacó un par de argollas matrimoniales, unas argollas diferentes entre sí.

Rubius siempre obtiene lo que quiere, sin importar nada ni nadie, una sonrisa se posó en sus labios de sólo recordar aquellas vivencias qué tuvo hace tantos años antes de mudarse a Tortilla, aquel tiempo en que él tuvo que ingeniárselas para conseguir fortuna y prestigio de una forma rápida. Resulta que aquel cura lleno de armonía y bondad, tuvo su pasado turbulento antes de llegar a aquellas tierras.

Un pasado el cual debía quedar muerto y enterrado pues sería desastroso qué a esas alturas, alguna mierda de aquellos viniera a destrozar todo lo que había logrado.

Sin embargo, lo que aquel hombre de fe no podía predecir era qué realmente su ruina se encontraba más cerca de lo que imaginaba, el cura incrédulo nunca pensó en que en alguna parte del pueblo, se hallaba la persona la cual podía hablar sobre la clase de persona que era Rubius en realidad, dar a conocer la cantidad de cosas sádicas qué podría llegar a hacer y no mostrar remordimiento alguno.

A las cercanías de un río que solía atravesar una buena parte del pueblo, se encontraba un hombre de vestimenta extraña, cabellera castaña, lentes y unos ojos rojos los cuales por momentos parecían cambiar a cafés sin explicación aparente. El hombre aquel había llegado al pueblo hace tan sólo un par de semanas atrás y ahora miraba fijamente un pergamino bastante maltratado y en el, se encontraba la imagen de quien sin saberlo, era el mismísimo cura del pueblo.

El castaño golpeó la mesa y arrojó con ira aquel pergamino, aquel sujeto parecía estar pasando por un momento fatal, se le veía muy disgustado, maldecía a gritos por toda la habitación y mencionaba un nombre el cual era el receptor de toda su furia descomunal.

«Rubí»

Continuará...

Inmundicia, misericordia, calamidad y belleza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora