3. Valentía o estupidez

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Capítulo 3

"Valentía o estupidez"

IZAN

Si era sincero consigo mismo, hacía tiempo que en el orfanato ya no podían hacerse cargo de él. Era el único adolescente y había visto a todos los niños con los que creció ser adoptados. Algo malo debía haber con él, quizá algo relacionado con su personalidad, su apariencia o algo que no había aprendido.

Los demás niños debían tener algo que él no. Siempre fue así, él nunca era el elegido.

Después de esperar y resignarse, los Zebell aparecen con una vida de cuentos de hadas. Una pareja que le demostró más cariño que el resto del mundo. Sus nuevos padres le ofrecían comodidades con las que él solo podía soñar tener.

Estaba seguro de que quería mantener lo que los Zebell le daban, y, si eso incluía que debía obedecer las órdenes del que parecía ser el león alfa en ese lugar, lo haría. Se lo debía a su nueva familia. No se metería en problemas.

Era un adolescente, tenía dieciséis años, había crecido en un orfanato. Vio lo que la calle era capaz de hacerle a las personas. Fácilmente sobreviviría a los caprichos de un enano con el ego hasta el cielo.

Samael Blackhill tenía el poder, él no tenía problema en obedecerlo. Era una regla de supervivencia no escrita para chicos huérfanos; al llegar a un nuevo lugar él debía adaptarse a ellos y no al revés.

En el St. German vivían con las reglas de Samael. Él las cumpliría. Su necesidad y aspiraciones le daban la suficiente paciencia y determinación para sobrellevar el hecho de ser considerado un blanco para los juegos de un chico con aires de superioridad.

Si no quería que sus padres tuvieran problemas por culpa de su estúpido orgullo, entonces merecía regresar a la calle. Porque era consciente de que la directora no le permitiría regresar, no cuando personas tan influyentes lo devolvieran al orfanato.

Así que, si Samael Blackhill pensaba que llamándolo huérfano o recogido frente a todo el colegio, lo haría sentir mal, iba muy equivocado. A él, que se había enfrentado a cosas peores que un riquillo con demasiado tiempo libre, algo como aquello no le hacía ni cosquillas.

Iría con Samael y lo haría creer que lo tenía completamente doblegado. Era un pequeño sacrificio, comparado con el futuro que le esperaba si terminaba su educación en ese colegio.

La costumbre de mirar las noticias no se le quitó. En la biblioteca de ese lugar había una vieja radio que el resto de los estudiantes no volteaba a ver. Todos tenían un teléfono en el que tenían sus vidas. Matthew y Sanem le dieron uno también, pero él prefería usarlo solamente en emergencias, no quería romperlo.

Sangre puraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora