18. Los que se enojan, pierden

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Capítulo 18

"Los que se enojan, pierden"

SAMAEL

«Asesinar a mi propia prima es ilegal»

«Planear su asesinato y no llevarlo a cabo está bien»

No solo quería quedarse en la fase de planear; estaría satisfecho hasta que las manos de Wanda estuvieran lejos de Izan. Ya sea porque se las cortaran o no (y él sería el autor de dicha mutilación).

¿Cómo podía Wanda Harriet siquiera pretender que él dejaría las cosas como estaban?

La fiesta de Halloween había sido idea suya; solicitó el permiso a su padre y los estudiantes asistían debido a él, y a que no habría supervisión. Caso contrario, incluso él se encontraría tan lejos del colegio como pudiera, era viernes por la noche.

¡Vaya estúpida noche!

Llegó tarde por culpa de Gideon, el demonio rojo, y Blaise, el príncipe oscuro. La historia detrás de los disfraces que llevaban era mejor mantenerla para una sola explicación, misma que ni a Blaise ni a él les complació escuchar de los labios de su amigo rubio.

Odiaba la comezón en el cuello y se quejó de la etiqueta del saco hasta que Gideon la cortó con los dientes a falta de tijeras. Las decoraciones en el edificio principal no era algo que le asombrara, estaba más interesado en meter tanto alcohol en su cuerpo que no le importaría si sobre su cabeza había una figura de araña, murciélago o una calabaza. Solo quería olvidar que el malhumor, la irritación y la incomodidad de no tener controlado cada aspecto de su vida lo carcomía interna y externamente desde que Izan Zebell osó terminar con él sin explicación alguna.

Tal como comenzó todo se había terminado. Rápido, inesperado y sin mucha lógica detrás.

Estuvieron juntos, y ya no más.

Izan se mostraba un par semanas después de la mano de su prima, uno de los seres a los que despreciaba más en el mundo; encima, estaban bailando como si el espectáculo les perteneciera.

Sus ojos se posaron sobre Izan desde que cruzó el umbral junto a sus amigos. Siempre movió la cabeza antes de que éste se diera cuenta, pues, su intensa mirada distaba de ser discreta.

—Al carajo con la discreción —susurró furioso con el vaso rojo lleno mitad de vodka y mitad de alguna gaseosa roja.

El vaso que estaba haciéndolo controlar las piernas, evitando así moverse en dirección a la patética y asquerosa pareja que bailaba demasiado acaramelada como para estar en un lugar público.

—Ya merece que le hagamos la broma de mostrar sus fotografías con el aparato dental que tanto odia —mencionó Gideon, su amigo rubio sostenía el que antes era su vaso. Se lo tendió a un Blaise más bien embelesado con los movimientos que daba el demonio rojo.

Sangre puraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora