«No muchos llamaban la atención del heredero orgulloso y egoísta número uno del mundo, hasta que llegó él y descubrió lo que significaba».
꒷🌹꒷
⁍ Un huérfano con una oportunidad única.
⁍ Un egocéntrico aburrido.
⁍ Un colegio tan prestigioso como eli...
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WAISENHAUS
NIK ALLEN
Sus dedos se deslizaron sobre las cuerdas con las ultimas notas de la canción de cuna. Nikolas no era experto, pero estaba decidido a convertirse en uno. No tenía nada mejor que hacer, era aprender a tocar un instrumento o morirse de aburrimiento.
No se quejaba de la vida que tenía, su suerte le pertenecía y le gustaba creer que había una razón para que otros tuvieran mucho y él poco, para que sus amigos del jardín infantil contaran historias sobre sus padres y hermanos y él no pudiera hacerlo. A sus seis años lo sabía, había madurado rápido, era consciente de lo que era ser huérfano, al menos en lo esencial, entendía cómo funcionaba el mundo. Algunos eran ricos y otros no, unos niños tenían familias amorosas y otros ni siquiera recordaban el rostro de su madre, como era el caso de Nik.
«Al diablo con los padres», fue la primera maldición que dijo en su vida, y nadie más que su reflejo en el espejo la escuchó. Después de ese día, salió a enfrentar al mundo con aceptación, a la espera de lo que sea que viniera para él.
Y así llegaron los Allen.
Esa pareja amable que visitaba escuelas y orfanatos, hacían donaciones y jugaban y decían amar a todos los niños. ¿Cómo era posible? ¿Por qué sonreían y escuchaban a chicos que no eran sus hijos?
Los Allen tenían dos hijos. Riza, la chica con el cabello negro y los enormes ojos verdes como los de su madre. Y Charles, el chico de sonrisa radiante que acompañaba siempre a sus padres y compartía sus juguetes para hacer amigos. Nik había querido acercarse a él, pero era demasiado pequeño como para que Charles lo notara entre las filas de niños que se amontonaban a su alrededor cada vez que los Allen visitaban el orfanato.
El que fue su hogar los primeros seis años de su vida. Cuyas paredes blancas y escaleras que rechinaban lo asustaban al principio por su enormidad. A medida que creció se acostumbró a la sombra de las ramas meciéndose tras las ventanas, a las pisadas de la madre superiora y las hermanas con las últimas actividades del día. Rezaba en la capilla y asistía a la escuela dominical sin falta cada semana.
Pero con más facilidad se acostumbró a su nueva familia, después de que los Allen decidieran adoptarlo.
Y fue gracias a Charles. El chico que nunca miró a Nik porque había niños más divertidos, grandes y dispuestos a jugar con él. Un día solo miró en su dirección y les pidió a sus padres que por favor Nik los acompañara a casa.
Desde entonces, «Chase», ya no «Charles», acogió a Nik bajo su ala, lo convirtió en algo así como su tesoro más preciado. Lo defendió cuando otros lo llamaron por apodos horrendos, se enfureció cuando lo vio llorar y golpeó a todo niño que le hizo daño.