Capítulo I

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No es la primera vez que Raoul cruza la pasarela que da acceso al avión, pero sí es la primera vez que al entrar se encuentra con unos ojos negros intensos como el azabache y unos labios en su punto ideal de hidratación, desearle buenos días y que disfrute del viaje.

Una vez sentado, coge el teléfono móvil para ponerlo en modo avión, pero antes manda un mensaje al chico que se quedó remoloneando en su cama.

Raoul: Ya estoy en el avión, cielo. Te aviso cuando llegue.

Raoul: Si cuando te levantes ves a Miriam por casa, dile que tiene mi parte del dinero del alquiler encima de la mesa del salón. Cuando vuelva de Tenerife, me paso por tu piso. Te quiero.

Ahora sí, ahora desconecta toda señal y atiende a las instrucciones de vuelo que están dando las tripulantes de cabina, con la esperanza de volver a ver concretamente al chico de la puerta.

Cuando el avión aterriza y empiezan a dejar salir a los pasajeros, él se levanta, coge su mochila de la parte de arriba del asiento y vuelve a hacer el mismo recorrido que hizo al entrar. Al llegar al final del pasillo, lo ve salir de la cabina del avión con su camisa blanca, su corbata azul marino, las gafas de sol en la cabeza y una sonrisa instalada en la cara, con la que está despidiendo junto a la misma chica de antes a cada uno de los pasajeros que pasan a su lado.

-Tenga buena estancia en la isla. - Le dice la morena que puede leer en la placa que se llama Eva.

-Gracias - le contesta Raoul mirándola a la cara. -Hasta luego - dice esta vez girando la cabeza para observarle a él.

El chico moreno en cuestión no le dice nada, solo le sonríe y le da un repaso de arriba abajo.

Raoul, a medida que camina de nuevo por la pasarela para salir del avión, coge el móvil activando los datos y llama a su padre para informarle que acaba de llegar a la isla, que en cuanto hable con el gerente del hotel se vuelve a poner en contacto con él y le cuenta como ha ido todo. Segundos más tarde recibe un WhatsApp de su novio con el emoticono con corazones.

Raoul acaba de salir por la puerta de embarque del aeropuerto y se para en el pasillo para atarse uno de los cordones de los zapatos que lleva puestos. Lo que no espera es recibir un golpe sin querer en el brazo cuando se está incorporando, haciendo que se desestabilice.

-Perdón. -Se disculpa una voz masculina a su lado. -Iba despistado y no te vi.

Raoul se incorpora y gira la cabeza con todas las ganas de mandar a la mierda a esa persona, cuando lo vuelve a ver. Y como si de un acto reflejo se tratara, le sonríe quitándole importancia.

-¿Estás bien?

-Sí, no te preocupes.

-Perfecto, disfruta de la isla. - Le guiña un ojo.

Y se va, dejando a Raoul en el mismo sitio sin quitarle ojo la movimiento de su culo y apreciando lo bien que le quedan esos pantalones del uniforme.

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Agoney llega agotado a casa después del último vuelo. Lleva volando desde las siete de la mañana, y lo único que le apetece ahora es darse una ducha y tirarse en el sofá. Sabe que apenas son las tres de la tarde y que tiene todo el día por delante, pero le agota ir a la península. Él prefiere volar entre islas pero durante este mes, tiene que estar volando a Madrid y Barcelona.

Cuando por fin está tirado en el sofá con la manta por encima, enciende el televisor y sin saber que ver, comienza a hacer zapping. No tarda mucho en comenzar a bostezar, no pasan ni diez minutos cuando la televisión suena en un canal cualquiera y Agoney ni se entera porque está dormido.

Con EscalasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora