Capítulo XIII

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Las manos de Agoney sujetan el cuerpo de Raoul junto al suyo por la baja espalda. Siguen jugando con los labios ajenos, a moverlos y a mordelos sin más pretensiones que saborearse. Lo que durante años desearon y ahora no pueden evitar hacerlo.

La pierna derecha de Agoney se abre camino entre las dos de Raoul que separa para sentirle más cerca. Ese paso rozando ambas piernas, provoca dos pasos hacia atrás por parte del joven empresario. Todo ello con un movimiento de cabeza, sin soltar sus bocas, las manos que lo sostiene y no lo dejan que se separe.

Un gemido ahogado sale de parte de Agoney en el momento que la lengua contraria se cuela en ese beso y la saborea, como si fuera la primera vez, como si la noche pasada y esta mañana no lo hubiera hecho. Es una lengua que va a juego con sus labios: gordita, ancha y por lo que se está dando cuenta, juguetona. Aunque más bien, el juguetón es Raoul, él que hace que la lengua se mueva así en el interior de su boca.

Agoney aprovecha y sube una de las manos por la espalda hasta posarla en su cabeza para poder guiar y profundizar más en el beso, creando un pequeño escalofrío a Raoul.

Ahora es Raoul el que da un paso hacia atrás, Agoney le sigue, Raoul da otro más y Agoney repite el mismo movimiento, seguido de otro y otro más... Hasta que Raoul consigue apoyarse en un armario y, girando la cara hacia uno de los lados, acaba dando después un beso sobre la barba de tres días que tiene Agoney.

–¿No quieres más besos?

Raoul le responde con un pico sobre los labios.

–Siempre voy a querer más besos.

–¿Siempre? – Vuelve a preguntar Agoney.

–Hasta que tú no quieras darme más.

Agoney saca la lengua y dibuja con ella sus labios, mientras Raoul se derrite por sentirlo así, por sentir el cuerpo de Agoney aprisionar el suyo cada vez un poquito más.

–Creo que deberíamos de comer, la comida se va a enfriar. – Habla Raoul al querer parar el terremoto que tiene dentro de su cuerpo.

–¿Enfriar? – Agoney pega su pelvis a la contraria y no se separa. –Yo la notó demasiado caliente.

Raoul baja la mirada, cierra los ojos y sonríe. "Pillado" piensa en su cabeza. Y es que es verdad, no puede estar más cachondo y con ganas de más.

–La comida que traje, Agoney. Siempre estás pensando en lo mismo.

–¡Uy! Como si tú no lo hicieras.

Agoney mira como la cara de Raoul cambia por momentos y se aleja un poco de él para darle un poco de espacio. Momentos en los que su cabeza está en continuo movimiento porque no, él nunca tuvo el sexo tan metido en su cabeza hasta que lo conoció a él. A esa persona que ahora mismo está frente suya y entró en su vida como un huracán, moviendo y desordenando su vida.

»¿Tú no eres así?

Siente que el calentón que tenían hace un momento se acaba de bajar de cien a cuarenta en menos de quince segundos, que tocó un tema bastante importante para Raoul y no quiere incomodarlo.

Raoul no se mueve del sitio, quiere hablar pero no le salen las palabras, no sabe por dónde empezar contando como fue su vida respecto al sexo durante todos estos años.

»Perdona, olvida lo que he dicho. Mejor vayamos a comer, me muero de hambre.

–Ago, yo...

–Comida y siesta que luego tienes una fiesta a la que asistir, ¿te parece buen plan? – Le corta antes de que siga hablando.

Con EscalasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora