Complicado

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"¡SI TANTO TE IMPORTA! ¡ENTONCES HAZ ALGO!"

La adolescencia es una edad complicada, mucho más cuando repentinamente tienes que dejar todo atrás por el trabajo de tu padre, sin opción a oponerse o negarse.

Para Taiyou todo esto era demasiado, pues se mudaría debido a que su progenitor acababa de finalizar su contrato con el equipo inglés al que le había dedicado más de diez años de carrera, y ahora fichaba por un equipo español de primer nivel que le ofrecía el doble de salario, además de la promesa de un retiro por la puerta grande.

Admitía que esta era una gran oportunidad para su papá... ¿Pero eso justificaba el tener que dejar su vida en Inglaterra? ¡Se iban a ir a un país donde se hablaba un idioma completamente diferente. Él manejaba a la perfección el japonés e inglés, pero el español no podía estar más lejos de su entendimiento, eso sin mencionar que tendría que decirle adiós a la casa donde creció, los amigos que lo acompañaron durante años y a él, a Yukimura.

Su mejor amigo no estaba incluído en los planes a futuro de su familia, y eso le dolía en toda la extensión de la palabra, más se limitaba a empacar sus maletas mientras escuchaba a su padre hablar con un agente de bienes raíces por teléfono, estaba vendiendo la casa.

¿Por qué? ¡Eres millonario! Consérvala, adoro este lugar, no hagas como si no te importara - Era lo que mentalmente se decía el adolescente, renegando en silencio en la que todavía era su alcoba.

Entonces una ligera presión se ejerció en su pecho, advirtiéndole que era hora de calmarse e ir a por sus pastillas, después de todo, los doctores le habían prohibido terminantemente cualquier emoción fuerte que requiriera un mayor desgaste del habitual, y por lo visto, hacer rabietas silenciosas estaba en la lista de cosas que no debía hacer.

A paso ligeramente acelerado, atravesó el pasillo del segundo piso hasta donde la repisa con la medicina se encontraba, llamando la atención de su tutor, que de inmediato colgó la llamaba telefónica y se apresuró en darle el alcance.

- ¿Está todo bien? ¿Te duele algo? ¿Quieres ir al hospital? - Preguntó alarmado - ¿Es una recaída?

- No es nada.

- Pero... Estás buscando la medicina condicional... Eso significa que has tenido un síntoma anormal y que...

- ¡Dije que no es nada! ¡Déjame solo! - Exclamó el joven antes de tomar las píldoras y echar a correr de regreso a su pieza.

Por un breve momento, Kazemaru se sintió ofendido y con ganas de querer hacer respetar su autoridad, pero no le tomó más que un par de segundos para darse cuenta de que esa no sería la solución, principalmente porque Fubuki ya se lo había advertido; esto no debía ser fácil para Taiyou.

Conteniendo su respiración, contó hasta diez y se dirigió a la sala de estar de la casa, donde tomó asiento en uno de los sofás aterciopelados para reflexionar un poco sobre su trabajo como padre.

La situación con su ya no tan pequeña mandarina había perdido la estabilidad que la caracterizaba, incluso se atrevía a decir que la adolescencia había cambiado radicalmente a su muchacho, y por la Diosa de la Fortuna, él no se sentía preparado para lidiar con algo tan "complicado".

Estresado, se relajó sobre el respaldar y cerró los ojos en busca de paz, necesitaba tiempo para pensar en cuál sería la forma más correcta de actuar, y tenía en claro que esa respuesta no le llegaría del cielo.

Por otro lado, el niño se encontraba abrazado a su almohada en una esquina de su cuarto, llorando mientras escondían su rostro en la suavidad del cojín para evitar que alguien lo escuchara.

Pequeña MandarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora