Irritación

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Abrió los ojos con pesar, sin embargo se vio obligado a cerrarlos nuevamente por el exceso de luz, lo que le hizo saber inmediatamente que se encontraba en un hospital.

Respirar le costaba mucho y del dolor mejor ni hablemos, aunque era una sensación muy familiar, las típicas repercusiones físicas qué tenía tras cada recaída.

Con lentitud procesó su situación, pero no recordaba como es que había llegado ahí... Hasta que su cerebro se apiadó de él, cayendo en cuenta de todo lo que había sucedido aquel día.

Los nervios volvieron a apoderarse de él, escuchando como la máquina que media su pulso cardíaco reflejaba su ansiedad. Había roto muchas reglas en muy pocas horas, definitivamente cuando su padre se enterara de todo, estaría castigado una eternidad.

Volvió a abrir los ojos, esta vez con más cuidado y paciencia, no quería volver a quedar cegado por la luz de la habitación.

El panorama era el de siempre, una habitación con paredes completamente blancas, una ventana cubierta por cortinas ligeramente transparentes, el suero y los suplementos colgando de un soporte metálico, la bombilla encendida a pesar de ser de día y claro, él.

Kazemaru descansaba sobre una silla, con los brazos cruzados y el cabello amarrado en su típica coleta, resoplaba con suavidad, haciendo que sus hombros se movieran al ritmo de su respiración.

A estas alturas de su vida, ya ni siquiera recordaba el número de veces en que despertó con su padre al lado. Algunas veces estaba recostado en el marco de la puerta, otras conversando con el doctor pero rara vez durmiendo, pero ¿Por qué?

Simple, era su salud la que estaba en juego, claramente este tipo de situaciones le quitaba el sueño a su padre, y él era testigo directo de esto. Siendo que más de una vez lo vio en altas horas de madrugada sentado en la barra de la cocina, tomando un vaso de licor mientras revisaba los documentos del hospital, pensando en solitario.

Por supuesto que cuando era más pequeño, no entendía en lo más mínimo aquellas actitudes, sin embargo conforme fue creciendo, cayó en cuenta de lo difícil que era para su padre, cuidarlo sin apoyo de prácticamente nadie y sacar adelante su carrera deportiva para poder tener los recursos que hoy en día disfrutaban.

Y es que él llegó cuando  Kazemaru apenas jugaba sus primeros partidos en la segunda división japonesa, teniendo que llevarlo en su cochecito a los entrenamientos y partidos, confiando en que algún miembro del cuerpo técnico lo cuidaría.

- ¿No piensas decir nada? ¿O es que asumes tu evidente sentencia?

Aquella voz, sin darse cuenta, se había quedado espaciado mirando al techo, reflexionando sobre lo que acontecía en su vida - Padre yo...

- Tsh - Lo interrumpió - No digas nada, creo saber toda la historia y está demás decir, que no volverás a ver a ese hombre.

- ¿Entonces si es mi abuelo? Porque...

- Da igual si lo es o no, he dicho que no lo volverás a ver y es todo. - Demandó notoriamente fastidiado el peliazul - Tú no entiendes el peligro que todo esto conlleva, no eres consciente de lo que haces, por eso es que te reuniste con él, ignorando todo lo que siempre te he dicho...

- Si no lo entiendo, es porque no me lo explicas - Dijo sin esperar a que el mayor termine, dándose cuenta de inmediato de lo insolente que podía ser eso - Perdón... No quería interrumpir pero ¿Por qué no me cuentas lo que sucedió? ¿Por qué él es tan peligroso? A mí me pareció muy amable...

- Taiyou, estás hospitalizado - Mencionó fríamente el defensa - Claramente no estás en condiciones de tener ese tipo de conversaciones, así que lo hablaremos llegando a casa, por ahora, no insistas y preocúpate en descansar, iré a ver al doctor para saber cuando te darán el alta.

Pequeña MandarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora