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Azul encontró a Felipe sentado en su cama con los ojos llenos de lágrimas

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Azul encontró a Felipe sentado en su cama con los ojos llenos de lágrimas. La puerta estaba abierta, por lo que ella ingresó y cerró tras ella.

—¿Está bien ella? —inquirió secándose las lágrimas.

Azul asintió y se sentó en el suelo frente a él.

—¿Sabes? Lo que viste no es lo que piensas, él me llamó, vino a ver unos documentos y quería que habláramos. Ese mismo día, cuando tú me abrazabas bajo la llovizna y yo lloraba, comprendí que te amo, que estoy enamorada de ti y que, aunque muero de miedo, quiero estar contigo —afirmó—, pero necesitaba verlo, decirle aquello que te conté y escuchar lo que él tenía para decirme.

—Yo...

—Escucha... Me dijo que quería volver a intentarlo, le dije que no estaba disponible porque estoy enamorada de alguien más —susurró—, volvimos a casa, él me acompañó porque no quería que caminara sola... y me besó. No lo evité, no voy a mentirte, era un beso con sabor a despedida, un cierre de una historia que fue bonita y me ayudó a crecer, pero ¿sabes? Eres tú... no es Gonzalo, no es como dijiste, no es él mi más grande historia de amor... ¿Comprendes lo que digo? Tú eres mi más grande historia de amor —dijo con dulzura.

—Azul...

—Me enseñaste a ver la vida de otra forma. Yo estaba contenta en mi burbuja de perfección, con mi vida organizada para evitar sufrir, intentaba no mojarme bajo la lluvia y no mostrar vulnerabilidad, ser fuerte, decidida, llevar a la vida por delante. Entonces, tú me mostraste otra faceta de mí misma, me permitiste ser yo misma, triste, melancólica, vulnerable e imperfecta, con un tremendo miedo a amar y a volver a salir herida. Era más fácil para mí vivir en mis sueños, en mis ilusiones de un amor mágico como el de las novelas o las películas... así me mantenía a salvo del mundo real, de la posibilidad de sufrir, de quedarme sola. Yo también quiero un hogar, una familia... quiero niños corriendo —dijo entre lágrimas—, y quiero llegar a ser viejita y amar a alguien tanto como Felicita ama a Antonio... y quiero que ese alguien seas tú. ¿Estoy loca? Lo sé, siempre me lo dices.

Felipe acarició su rostro con ternura y le regaló una sonrisa dulce.

—Yo también te amo, Azul... y quiero lo mismo que tú. A tu lado me animé a vivir, a bailar desnudos en un campo, a dejarme mojar por la lluvia mientras te protegía en mi abrazo, a buscar a un hombre por toda la ciudad. Me hiciste volver a una de mis pasiones más antiguas, el arte —dijo y ella frunció el ceño, confusa—, ya lo entenderás luego —añadió—. Ahora, lo que tienes que saber es que yo estoy disponible para ti, no me ata nada ni nadie, soy libre... Y si tú también lo eres, quiero que lo seamos juntos.

—Claro que sí... —dijo ella conmovida por sus palabras.

—Quiero que a mi lado siempre te sientas libre para ser tu misma, eso es lo más hermoso de lo que tenemos, quiero que te animes a decirme lo que sientes cómo lo sientes, a bailar desnuda o con ropa, a dar brincos de emoción cuando una noticia te pone muy feliz o a abrazar a todas las personas que necesiten de un abrazo. Quiero que a mi lado sientas que puedes llorar cuando lo desees, que un día puedes amanecer triste y melancólica y yo estaré allí para ti, quiero que sepas que no deseo que seas perfecta, sino que seas humana. Me gustan todos tus colores, tus flores, tu cabello desmarañado y tus ropas extrañas. Me compraré una bicicleta para poder andar a tu lado y aprenderé a bailar salsa y bachata para no quedar en ridículo cuando salgamos —prometió—. Todavía recuerdo la leyenda que me contaste, la busqué en internet ese mismo día. Yo quiero eso, amar en libertad, ayudarnos a crecer como personas, no cortarnos las alas... porque eso es lo que tú haz hecho conmigo desde que te conocí...

—Te amo... —dijo ella abrazándolo.

—Y yo... —respondió él correspondiendo al abrazo y levantándola del suelo para que se siente a su lado en la cama.

Se miraron a los ojos por mucho rato, como si sus almas pudieran leerse y hablarse sin palabras, entonces fue él quien dio el primer paso, juntó sus labios a los de ella y la besó con ternura.

Un rato después, él acarició su rostro con suavidad.

—¿Quiere decir que ahora sí ya podremos repetir lo del campo? —inquirió.

—¿Me dijiste todas esas cosas bellas solo por eso? —bromeó ella.

—Me descubriste —susurró él.

—Primero te tomaré un examen de danza... —añadió y luego movió las cejas con diversión—. Desnudo.

Felipe se echó a reír.

—Desde ya me inscribiré en una academia —prometió.

—Quiero ver eso —dijo ella con dulzura y volvió a besarlo.

—Lo verás más pronto de lo que imaginas —musitó entre los besos.

—Nada me encantaría más que bailar contigo esta noche, pero me preocupa Feli, tendremos tiempo para esto... mucho tiempo... toda la vida si lo deseas... —se animó a adelantar—, pero hoy quiero estar con ella...

—Lo sé, me parece correcto —dijo él y la volvió a besar—. Y sí, me gusta lo de toda la vida...

Azul se levantó entonces y caminó hasta la puerta desde donde se volteó para mirarlo.

—Yo nunca pensé en nadie a largo plazo... es decir, sí en mis sueños, pero no en la realidad... Siempre tuve miedo de eso...

—¿Ahora?

—Ahora quiero animarme a convertir mis sueños en realidad, contigo...

Felipe sonrió.

—Te amo...

—Y yo...

A un capítulo del final :)

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A un capítulo del final :)

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Quiero bailarme la vida contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora