Sirius está parado frente a la puerta de madera oscura con un pequeño letrero rectangular decorando, observando el número en ella la cual brilla ligeramente tras el reflejo de las luces del hospital. Tras haberse enterado del recién embarazo de la novia de Lucius, prácticamente le corrió del hospital alegando que debe estar en casa con ella para atender cualquier necesidad, por lo que en esos momentos está completamente solo. Aprieta entre sus dedos la pequeña bolsa de plástico llena de algunos refrigerios; no ha comido nada desde hace horas cuando todavía estaban en el departamento de su vecino, y dado que se pasará la noche en el hospital no quiere tener el estómago vacío. Mordisquea con nerviosismo su carnoso labio inferior, tomando una bocanada de aire para darse un poquito de valor y entonces da un par de suaves golpecitos con sus nudillos, abriendo lentamente.
A pesar de haber estado frente a esa puerta un buen rato no había tenido el valor de entrar, pues quería prepararse mentalmente para lo que fuese a encontrar. Lo que más le disgusta de los hospitales es la imagen de cualquier persona en esas batas, conectados a esos miles de cables y el aspecto enfermamente cansado en sus rostros, simplemente le ponía sensible, y aún más cuando se trata de alguien cercano a él. El chirrido que hace la puerta es apenas audible, pero eso parece suficiente para que la persona que se encuentra dentro levante la mirada hacia él. El chico de cabellos azules no es Sev, y sus ojos gatunos le ponen aún más nervioso. Una de sus piernas está vendada y al parecer acaba de despertarse, pues su mirar felino es tan somnoliento como curioso por la nueva visita.
Le sonríe tímidamente siendo saludado levemente con un movimiento de cabeza y una sonrisa igual de felina, haciendo una reverencia educada al tiempo en que cierra tras él y se adentra más, caminando a pasos tranquilos para llegar al otro lado de la habitación donde la divide una cortina sostenida por pequeños aros a un tubo metálico largo y delgado. Haciéndole a un lado se asoma para así poder observar finalmente a la persona que busca, sonriendo al encontrarlo sentado en la camilla leyendo un libro entre sus manos. Severus levanta la cabeza al escuchar el tintineo metálico de los aros siendo corridos, correspondiéndole la sonrisa casi de inmediato al reconocerle, dejando a un lado el libro le hace una seña para que se acerque. Severus lleva esa bata característica del hospital, con un pequeño broche en sus cabellos oscuros ayudándole a quitarlos de su frente y un par de lentes de lectura que (ciertamente) le quedan increíbles.
— ¿Cómo te sientes? — murmura, aún un poco tímido sabiendo que del otro lado de la cortina hay alguien más. También estudia el rostro de Sev; sus ojos profundos brillan en cansancio, pero asume que quizá se deba a la hora y el aburrimiento de estar esperando un muy largo rato.
— Nervioso — responde con una leve mueca —, ¿Qué tal tú? Por un momento pensé que no vendrías.
— Estaba jodidamente nervioso — su sinceridad le hace reír mudamente; sus rosadas encías asomándose tras sus bonitos labios y sus ojos empequeñeciéndose junto a un par de arrugas —, y con miedo.
Severus le sonríe dulcemente, levantando una mano para acariciar una de sus suaves mejillas, Sirius recarga levemente su cabeza en ella como si buscara más atención, a lo que Severus no puede negárselo. Ambos están nerviosos y asustados, aunque pareciera que Sirius lo estuviera el triple que quien va a ser operado, pero ¿cómo no sentirse aterrado? Aunque ciertamente se sentía un poco aliviado de saber que la razón de sus últimos problemas no sea causada por la DTM, si no por las amígdalas. Estaba tan aliviado de escucharlo en el consultorio que casi se echa a reír frente al doctor y Lucius, pero no lo hizo por dos razones: la operación y el endemoniado dolor en su garganta. A pesar de saberlo, el miedo seguía ahí, pues las operaciones nunca le dieron confianza.
— Sev, ¿puedo preguntarte algo? — el murmuro de Sirius lo saca de su pequeño ensimismamiento — ¿Cómo... tuvo este problema?
Severus parece pensarlo un buen rato, desviando sus ojos hacia el monótono techo blanco sobre ellos. No ha hablado sobre eso en un buen tiempo, generalmente las personas solían preguntar, pero desde hacía mucho que nadie se tomaba la molestia de hacerlo, así que se toma un corto silencio para buscar las palabras exactas antes de responder con sus manos: — Tuve una infección respiratoria cuando niño y de alguna forma afectó mi garganta — suelta una risa muda para nada divertida —. Mi padre fumaba mucho dentro de la casa incluso cuando yo estaba cerca y eso acabó por empeorar las cosas. «Me diagnosticaron DTM a los diez», y desde entonces estoy en «constante terapia» para controlarla.
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TBWNT- SiriusxSeverus
Fiksi PenggemarDurante los años en que vive en aquel edificio todavía no conoce el nombre del chico callado que vive justo enfrente. Ni un apellido, ni la edad exacta, ni un indicio de su identidad; intenta no sacar conclusiones extrañas como que el vecino fuese a...