•CAPÍTULO 03•

917 78 5
                                    

~PRÍNCIPE DE LAS SOMBRAS~

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

~PRÍNCIPE DE LAS SOMBRAS~

Rojo único y oscuro.
Tenebroso y atrayente.
Llama a pecar y a la vez aterroriza tocar.

Ivy Moore.
22 Septiembre.
Corte Oscura, Asteria.

—¿Debería saber quién es usted? —era él. Al menos, eso daban a entender su corona y su mirada oscura y sugestiva.

Estoy indefensa. ¿Qué puedo hacer? ¿Saludarlo y decirle «soy la enemiga de tu Reino»?
Ahora mismo yo soy solo una mujer que no tiene poder alguno a excepción de aquellos que se adquieren al nacer.

—Eres muda o mis ojos te dejaron sin aliento —ronroneó con diversión. No me había percatado de aquel detalle hasta que lo ha mencionado. Levanto la mirada y la enlazo con la suya.

Escandalizadores, sombríos y malditamente fascinantes. Eran rojos, rojos como la sangre. Con un tono degradado, rojo tinto. Rojo oscuro.

Rojo.

Se inclina hacia mí, aún, con una sonrisa de diversión mientras me tiende la mano, y me obligo a mi misma a no tocarle pero cuando intento levantarme por mi misma, el barro hace que los tacones me hiciesen resbalar. Mientras espero el impacto del duro y frío suelo, su brazo viaja con una rapidez impresionante hacia mi cintura baja y me levanta con fuerza atrayéndome hacia él. Nuestros cuerpos chocan  y mantengo la mirada en su pecho, intentando recapacitar sobre cómo puedo alejarme y salir huyendo.
Subo la mirada hacia su rostro y observo como me contempla con seriedad. Paso mis ojos hacia atrás suya, con disimulo, pensando en que es lo que debería hacer.

—¿Me sueltas? —pregunto con sequedad.

—¿Y si no quiero? —susurra con una voz ronca como si acabase de despertarse.

Saqué con rapidez la daga y la introduje en la parte izquierda de su abdomen, por donde la armadura no le cubría en su totalidad. Sus manos me sueltan al instante y el pequeño jadeo de sorpresa, por su parte, me causo una pequeña sonrisa.

—Maldición —gruñó llevándose las manos a la herida. Cuando las retira, veo como brota demasiada sangre y aprovecho la oportunidad para correr lejos de este castillo. Lejos de él.

Y lo hago.

Corro hacia la puerta y, con la fuerza suficiente, la abro lo mínimo indispensable como para poder salir por ella. Sigo adentrándome por los jardines pero cuando veo que la salida no es abierta sino que está rodeada de vallas y muros de más de tres metros y que parecen ser de acero, retrocedo.

—¡Mierda, mierda y más mierda!

A menos de dos metros, un grupo compuesto por más de diez guardias, corren furiosos hacia mí. Creo que es bastante normal, puesto que acabo de apuñalar a su príncipe.

Sombras en Llamas (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora