III

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Los días comienzan a pasar tranquilamente dentro del palacio rojo, nadie menciona palabra alguna sobre la mañana en que el gobernante ha tomado por consorte al primogénito doncel de la provincia de Aichi, todos saben que les cortarían la lengua si algo llegara a oídos de su señor, su único deber ahora es servir al consorte de su señor sin cuestionar nada, una ley que saben todos los criados debe ser seguida al pie de la letra, sobre todo por aquellos que sirven a la casa principal dentro del palacio.
Izuku comienza a pasar las tardes en el jardín rodeado de las flores rojas que adornan el palacio, tratando de distraer su mente de todo lo que ha sido su vida: una infancia triste y solitaria donde siempre había sido dejado de lado por su padre quien esperaba tener un varón para regir la provincia, lo cual nunca paso, su madre solo le trajo al mundo a él, un doncel, antes de morir a causa de una enfermedad incurable. Aun cuando su padre volvió a desposarse no consiguió más descendencia, aun así, él siempre fue dejado de lado, educado para solo seguir ordenes e implorar perdón por todo antes de recibir un golpe e insultos por parte de su padre o su consorte, todo lo contraria al palacio donde se encontraba.
Todoroki Enji, como ahora sabia se llama su esposo, le asigno a tres criadas que pasaban el día atentas de lo que necesitara, acompañándolo a tomar el té, o mientras caminaba por los jardines del palacio pues Enji le había dicho que era libre de ir a cualquier parte dentro de las murallas y él había obedecido con la cabeza baja, no tentaría la buena suerte que tenía cuando el gran hombre frente a él no le había tocado ni una sola vez. Izuku se preguntaba si lo que había escuchado sobre aquel sanguinario hombre era verdad o solo historias inventadas para asustar a la gente de la provincia de Aichi.
Luego de pasar dos meses compartiendo aposentos con Enji, Izuku se dio cuenta de que muchas historias solo eran inventos sin fundamento alguno. Enji no le había tocado en todo ese tiempo a pesar de que comparten futón en los aposentos, siempre sale antes que las criadas lleguen para arreglarlo y entra después de que se ha puesto la yukata para dormir, él en cambio ha dejado de llorar aceptando la idea de que ahora es el consorte del gobernante rojo quien le ha tratado con delicadeza, le ha permitido ir y venir dentro de los muros del palacio a su voluntad siempre acompañado de sus criadas, le ha vestido y alimentado, quien ha cumplido su palabra de tratarlo como lo que es ahora, su consorte, dándole incluso un lugar en la corte.
Le ha provisto de hermosos y finos kimonos hechos especialmente para él, todos de colores y bordados tan finos y hermosos, ha mandado a traer al mejor joyero de su reino solo para que elabore peinetas, tiaras, horquillas, y brazaletes para su uso personal, incluso le mando a traer un juego de té elaborado en finos cristales para que las tardes del té sean de su agrado. Le ha dado todo lo que no tuvo en el palacio de Aichi, donde no había criadas que le asistieran a toda hora, donde tenía que comer en las cocinas porque el consorte de su padre no le permitía estar a la mesa, donde pasaba las tarde solo en los jardines o escondido en alguna de las bodegas para evitar ser llamado a la corte solo para exponerle sin miramientos porque su educación apenas y había sido la básica aun cuando él deseaba aprender más.
Nunca había tenido kimonos tan bonitos, no, nunca había tenido kimonos solo para él, ni joyas o peinetas que realmente le perteneciera, incluso el kimono que usaba en el festival de la cosecha cuando fue secuestrado le había pertenecido al consorte de su padre, quien se lo había dado solo porque no le gustaba el color y para que usara algo apropiado “- no queremos que piensen que el primogénito del gobernante de Aichi viste como un campesino más-”. Ahora era ataviado con las telas más finas de la región y su cabello adornado con horquillas de oro y plata. Todo era tan diferente y por un momento se permitió sentirse libre dentro de los muros del palacio rojo, no importaba si era un prisionero, el consorte del gobernante o alguien más, por un momento se sintió libre.
El verano estaba por dar comienzo cuando una tarde una caravana con el emblema del loto rojo arribo a palacio causando que todos los criados se apresuraran a recibir a los soldados y a la comitiva que llegaba, Izuku no sabía que miembro de la corte de Enji podía haber regresado a palacio antes de las festividades, hasta que escucho a una de sus criadas decir que la caravana parecía venir de la residencia del este donde sabia aún quedaba gente al servicio del gobernante. Enji le mando a llamar a la sala del trono una vez que la caravana se instaló en palacio y los criados dejaron de traer comida para la gente, cando llego al gran salón, al lado del gobernante rojo se encontraba un niño pequeño de unos 6 años, con la mitad de su cabello rojo y la otra mitad blanco, ojos dispares de color gris y azul, una cicatriz en su ojo izquierdo, y sosteniendo en sus manos una pelota azul.
- Izuku, él es Shoto, mi hijo menor… mi único hijo, a partir de ahora el volverá al palacio con nosotros… se encontraba recuperándose en la residencia del este, pero ahora que el tiempo ha mejorado volverá a casa – a pesar de que Izuku escuchaba la voz tranquila de Enji sabía que aquellas palabras cambiantes entre “mi hijo menor y mi único hijo” habían sido dolorosas para él, aun cuando solo llevaba unos meses en el palacio sabía que la voz de Enji siempre era alta para mandar dentro de palacio, en gritos feroces para los soldados, tranquila y meditativa cuando estaba con la corte, y solo para él, solo para Izuku era suave y tranquila, cariñosa hasta cierto punto, por eso sabía que aquel cambio en su voz no era normal.
Izuku miro al pequeño y se acercó hasta estar a solo tres pasos de este mientras seguía al lado de Enji, le sonrió y saludo con la mano tratando de que el niño se sintiera tranquilo, quería que el pequeño se sintiera a salvo como a él le hubiera gustado sentirse cuando conoció al nuevo consorte de su padre, pero el pequeño no sonrió aun cuando Izuku le saludo y trato de hablar con él, se mantuvo callado y con la mirada triste que a Izuku le hizo recordar su infancia vacía en el palacio de Aichi.
Al poco tiempo el pequeño fue guiado fuera del salón acompañado de dos criadas, e Izuku se permitió ser curioso ante la negativa del pequeño Shoto a siquiera hablar, su curiosidad fue tan palpable que Enji se acercó a él hasta tomar su mano para llamar su atención. Enji le conto que había enviado a Shoto a la residencia del este para su recuperación luego del ataque de Toshinori a su anterior palacio, pero ahora que está mejorando era momento de volver a su vida normal, esperando que el cambio de ambiente y la presencia del doncel le hicieran bien. Izuku sintió un hueco en el estómago ante lo que Enji le conto, su padre había iniciado la guerra entre ambas provincias esperando ganas y hacerse con las tierras de la provincia roja, la misma guerra que le arrebato todo a Enji, la causa por la que ahora él es el consorte del gobernante rojo y la nueva madre de ese niño que perdió a su familia, todo a causa de la guerra.

La provincia rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora