11. Dándolo todo

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La mañana pasa mucho más deprisa de lo que nos gustaría

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La mañana pasa mucho más deprisa de lo que nos gustaría. No nos da tiempo a hacer mucho. Después de descansar un rato en la habitación, salimos y le decimos a Frank que nos gustaría dar una vuelta para ver qué hay alrededor. Junto al hotel hay muchas tiendas, por lo que muy a pesar mi amiga me convence y nos pasamos la mañana de compras. Cuando estamos a punto de irnos a comer, Meg se detiene en la calle como si hubiera tenido una revelación. Yo me giro desconcertada, encontrándome con una peluquería y, viendo las intenciones de mi mejor amiga, me lamento para mis adentros.

—Megan... No, ni de coña.

—¡Que sí, tonta! ¡Vamos a un concierto! Esta situación lo merece. Yo invito. Sin rechistar. ¡Vamos!

Me coge del brazo con fuerza y tira de mí, arrastrándome al interior de la peluquería. Detrás de nosotras escucho un suspiro de resignación y sé que Frank nos está siguiendo, muy a su pesar.

Una hora después, Meg me ha convencido para llenarme el pelo de mechas rojas, a juego con la camisa que llevaré para el concierto. Ella se las ha hecho violetas y azules. Frank lleva cerca de dos horas sentado en la peluquería. Al final ha acabado leyendo una revista sobre cotilleos.

—¿Tú tienes hijos, Frank? —le pregunta Megan, mientras espera a que se le fijen las mechas.

—Tres hijas —contesta Frank.

—¿Qué edad tienen?

—Gracias a Dios, la vuestra no —bromea Frank.

—¡Oye! —Megan finge hacerse la dolida—. Esto te servirá en un futuro, así podrás aconsejar a tus hijas cuando quieran ir a la peluquería.

Tardamos casi cuatro horas en salir. Megan insiste en que también tenemos que hacernos las uñas. Ella se las hace del mismo color que sus mechas, mientras yo insisto en una manicura sencilla de color beige.

—Como me ponga más rojo encima voy a parecer una lata de tomate frito —digo, negándome en rotundo a ponerme las uñas también de ese color.

Megan arruga los labios en señal de desaprobación pero acaba dándose por vencida. Justo cuando estamos en el mostrador para pagar la fortuna que nos hemos gastado en disfrazarnos, Frank se adelanta a nosotras, saca una tarjeta y paga él.

—Kyle cubrirá todos los gastos de vuestra estancia en Carolina del Norte —nos dice.

Megan abre los ojos como un búho.

—¿Tenemos carta blanca? —pregunta entusiasmada.

—Meg, ni carta blanca ni carta azul —le regaño—. No podemos despilfarrar como si estuviéramos locas.

—¿No? ¡Pero si tu novio es Kyle Donovan!

No me siento cómoda con esta situación. No quiero aprovecharme de Kyle. Sé que si fuéramos novios de verdad su comportamiento estaría más que justificado, pero en nuestra situación todo esto me incomoda. Como siempre, ni siquiera puedo desahogarme con Meg. Ella solo está alucinando y flipando por la vida de mentira que cree que tengo.

Girls like singers ✔️ [Singers #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora