Capitulo 1

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Todo empezó un día antes de cumplir mis ocho años, mi madre me dijo que organizaría una fiesta en el patio de nuestra casa y que podría invitar a todos mis compañeros y que para ello escribiera sus nombres en una lista para enviar las invitaciones, en realidad yo nunca fui de tantos amigos, incluso desde que era muy pequeño, así que le entregue la lista a mi madre con tan solo cuatro nombres.
Mi madre tomó la lista con una gran sonrisa y cuando la abrió cambió su gesto a uno de confusión.
- Mamá: ¿Estás seguro que solo quieres invitar a cuatro de tus compañeros?, recuerda que puedes invitar a todos los de tu salón.

- Sebastián: Si se, pero ellos cuatro son mis amigos, con ellos salgo al recreo, además Theo y Matías son con quienes practico fútbol después de clases.

Mi madre me sonrió mientas me acariciaba el cabello y luego de ello saco del bolsillo de su delantal uno de los caramelos de miel que hasta hoy tanto me gustan.

- Mamá: Recuerda que tu cumpleaños es en dos días y aún puedes invitar a más de tus compañeros.

Mientras mi madre me hablaba yo chupaba el caramelo como si fuera el último en el planeta y con el caramelo aún en la boca le dije:

- Sebastián: Estoy seguro solo ellos, ustedes y la tía Clara si es que viene.
Mi madre me sonrió y me mando a ducharme y cambiarme ya que había llegado de práctica de fútbol y estaba todo sucio.

Al día siguiente antes de salir a la escuela mi madre me entregó cuatro invitaciones cada una en un sobre que traía escrito el nombre de mis amigos a quienes había invitado a mi cumpleaños, mientras me despedía de ella, mi hermana Sofía de cuatro años salía de su habitación con su cabello todo alborotado y las bastas de su pantalón arrastrándose por el piso de lo grande que le quedaba, sonreí mientras ella intentaba caminar hacia mi aún casi dormida.

- Sofía: ¡Feliz cumpleaños Sebastián!

De inmediato escuché la risa que soltó mi madre.

- Mamá: no Sofi el cumpleaños de Sebastián es mañana, no hoy.

Mi hermana cambió su gesto de dormida a uno de confusión, de repente sonó la bocina del auto de mi padre, mi madre apresurándome me entregó lo que era mi comida y con un beso en la mejilla me despedí de ella y de Sofi, cuando subí al auto pude ver a mi madre pararse junto a mi hermana en la puerta y alzar la mano con un gesto de despedida así que decidí hacer lo mismo, pero desde el auto mientras me coloco él cinturón de seguridad.

Unas calles más abajo, mi padre sacó del maletín del auto una pequeña caja y me la dio

- Sebastián: ¿qué es?

- Papá: ábrela, mi padre me la dio a mi cuando cumplí diez, pero creo que tú ya estás listo para cuidarla.

Apresurado intente abrir la caja que mi padre me dio y cuando finalmente la abrí descubrí que había otra caja, pero esta era de madera y por alguna razón que desconozco estaba sellada y no existía posibilidad alguna de que abrirla sin romperla, mi padre me veía con una sonrisa enorme mientras intentaba buscar alguna manera de abrir la caja, pero era imposible.

- Papá: Yo tuve la misma reacción que tú, pero no lo logré comprender hasta que tu abuelo me lo dijo, la caja no es un juguete, no es algo que se abrirá a menos que la rompas, la caja que te entrego es la respuesta de quien eres, pero no será necesario abrirla mientras no te encuentres perdido y sin rumbo.
Alcé mi mirada y le di una sonrisa, pero la voz en mi cabeza me decía que absurdo no saber quién eres, todos lo saben yo lo sé y abrirla cuando me sienta perdido es algo que parece ilógico, cuando tenía cinco años me perdí por dos horas en un centro comercial, y al recordar este evento, me dije a mi mismo que tan fácil hubiera sido encontrar a mis padres a tiempo si me hubieran dado esta caja, enseguida guardé la caja en mi mochila, me despedí de mi padre con un gran abrazo y luego baje del auto.
- Papá: Sebastián, eres un buen chico, ve no llegues tarde, te amo.
- Sebastián:Yo también papa.

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