12.Especial: El tesoro más grande🔥

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Estrujaba sus manos sin parar. Caminaba de un lado a otro por el pequeño cuarto de baño del tercer piso. Le resultaba extremadamente difícil mantenerse quieto porque incluso pensaba que le daría un ataque o algo parecido si continuaba allí metido, pero tampoco era como si quisiera salir, no en ese momento. No cuando estaba completamente avergonzado y se sentía culpable por lo que había sucedido.

Empezaba a ponerse ansioso y para nada ayudaba la voz tan varonil, preocupada y tierna que lo llamaba desde el otro lado de la puerta.

—¿Todo está bien ahí adentro? ¿Debería entrar por ti? ¿Podrías por favor decir algo para saber que estás consciente?

—Todo está bien, sólo necesito un par de minutos más Wooyoung. Puedes marcharte. Ya sé cuál es el camino de retorno. —estaba siendo grosero, pero no podía evitarlo. Lo último que quería era verle la cara a ese hermoso bombero pelirrojo al que minutos antes le había dicho semejante barbaridad. Como en el mundo pudo haber mencionado esas palabras ¿acaso estaba loco? Pues a decir verdad era justamente lo que se temía. Había perdido la cordura desde el momento en que vio sus abdominales y el joven bombero lo deslumbró con su sonrisa sincera.

No había sido para nada de ayuda que mientras se dirigían al baño —y Mike lo abandonara a su suerte— Wooyoung se hubiera tomado el atrevimiento de posar su mano en su espalda baja, mientras lo guiaba escaleras arriba y mucho menos había ayudado el que torpemente tropezara con su mismo zapato en el descanso de la escalera y Wooyoung  lo sujetara reproduciendo la escena de la típica película en la que la damisela está a punto de caer de espaldas y el galán la toma en sus brazos fijando sus miradas en el otro tan profundamente que terminan uniendo sus labios inevitablemente. Claro eso último no sucedió, pero el estremecimiento de su cuerpo ocasionado por la cercanía del bombero lo había puesto nervioso. Estaba en graves problemas porque la información en su cerebro estaba toda alborotada, si le preguntaban cuál era su nombre en ese momento, fácilmente podría responder que era la caperucita y le encantaba haber caído en las garras del lobo.

—San, no pasa nada. Por favor sal y hablemos de lo ocurrido ¿está bien? —Fijó su vista en el reflejo que le devolvía el espejo de su propio rostro sonrojado. Sus ojos parpadeaban rápidamente, y se tomó unos segundos para respirar profundamente inhalando y exhalando el aire que se le hacía cada vez más escaso. Acercó su mano al pomo de la puerta y cuando estaba a punto de girarlo para dejar entrar a Wooyoung, la imagen del bombero frente a él diciéndole que era el hombre más hermoso que había visto jamás, mientras miraba sus labios con ansia... volvió a ocupar su mente, no porque le parecía mal que lo hubiera dicho, sino por la respuesta automática que él le dio antes de salir corriendo y encerrarse en el baño. Se estremeció de sólo recordarlas: "Soy sacerdote, pero con gusto dejaría la sotana por ti"—. Abre la puerta, permite que me disculpe si te ofendí.

—Necesito beber un poco de agua. —Sus labios se apretaron hasta volverse una fina línea—. ¿Podrías traerme un poco? Hablaremos después de eso.

—Claro que sí. Vuelvo enseguida.

Escuchó los pasos del bombero alejarse y salió a toda prisa. No podía tomar las escaleras porque era seguro que se lo encontraba, así que optó por deslizarse enredando sus piernas en el tubo que usan los bomberos y así, llegó rápidamente donde estaban sus amigos.
Trató de relajarse para que ninguno sospechara que andaba huyendo, pero al final terminó tomando a Mike y sacándolo casi a rastras del recinto.
A partir de entonces había estado despistado. Incluso había tenido que auto confesarse y penitenciarse a sí mismo, pero ni eso servía porque por momentos olvidaba hasta como empezar una oración.

Recordaba todo el tiempo, como Krist quedó en shock cuando les confesó a Mike y a él —sus dos mejores amigos— que había tenido una erección pensando en los pectorales de aquel bombero y que definitivamente era satanás tentándolo en el cuerpo de aquel joven, que para su desgracia totalmente parecía un demonio con su pelo todo rojo y alborotado y su cuerpo bronceado por las mismísimas llamas, no del infierno, pero si del sol, y que lo hacían lucir mucho más atractivo.

San nunca había pensado en ninguna mujer, y mucho menos en un hombre. Estaba rompiendo todas las reglas y pudo ver en los ojos de sus amigos la decepción —o eso creía— cuando aquella noche les dijo lo que había estado haciendo la última semana. Lo pensaba, sí, porque ninguno dijo nada al respecto. Él siempre había sido el más serio de los tres, era el mayor y debía servirles de ejemplo, pero lo que estaba sintiendo era más fuerte que todo.

***
«—No olvides apagar las velas San, recuerda que no las pusieron sobre la base de metal.

—No te preocupes Mikie, lo haré antes de irme a la cama.

—Dormiré en el cuarto de música, temprano por la mañana daré clases a los niños. Se los prometí.

—Está bien, que descanses Mikie.

—Descansa ratoncito y deja de atormentar tu cabecita.»

Recordaba haber apagado todas las velas, entonces no tenía idea de cómo se originó el incendio. No podía ser el responsable de tanta destrucción. No se perdonaría nunca si personas inocentes resultaban perjudicadas debido a su descuido.

Se había pasado los últimos días pensando en la manera de enfrentar sus miedos y los sentimientos que habían florecido en su corazón. Ya tenía una decisión tomada. Antes de acostarse había hecho la llamada más importante de su vida y al amanecer se enfrentaría a todo lo que conllevaba su decisión; pero no esperaba despertar y verse envuelto en un calor insoportable, con voces de personas gritando aterradas y llantos de pequeños clamando ayuda. Estaba encerrado, la puerta no se podía abrir. No tenía manera de salir puesto que los barrotes de la ventana solo podían quitarse desde afuera. Estaba asustado, pero cuando oyó las sirenas de los carros de bombero acercarse y hacerse más intensas con el paso de los minutos, se tranquilizó. De nada servía perder la calma. Esos hombres estaban preparados para salvar vidas, TODAS.
Habían pasado cerca de veinte minutos, cuando sintió que el aire que ingresaba por la ventana de su celda ya no era puro, era más bien humo en su totalidad. Sentía que el cuerpo no le respondía, pero su fe estaba intacta.

Cerró los ojos por un instante y al abrirlos sus mejillas se sonrojaron porque su demonio personal estaba ahí sosteniéndolo entre sus brazos, mientras besaba su frente con alivio.

No le gustaba aceptarlo, pero durante la última semana estuvo pensando demasiado en Wooyoung. Y tras hablar con el obispo de su congregación, decidió no esconder más el cómo se sentía, ya había tenido un gran desgaste emocional y no pretendía seguir torturándose. Quince días de tortura habían sido suficientes para él.

Se le formó un nudo en la garganta y se le apretó el pecho cuando vio que por la mejilla del joven bombero se deslizaba una lágrima. Entonces, quizá Wooyoung sentía lo mismo que él estaba sintiendo.

—San~ —Su voz era de puro anhelo.

—Estoy bien Wooyoung. Ahora estoy bien.

El alma le volvió al cuerpo cuando después de unos segundos sin decir nada y solo mirarlo fijamente Wooyoung volvió a besarlo, pero no en la frente, sino en la comisura de su boca.

Un primer roce que lo hizo sentir sumamente feliz.

—¿Wooyoung... está todo bien? —Silencio— Wooyoung~ —la voz de Krist, se escuchaba sumamente preocupada, él estaba asustado y San podía sentirlo.

—¿Kit?... ¡Kit...! —Junto a Mike, eran el tesoro más grande que San  pudo encontrar. Los amaba como si fueran sus propios hermanos (ahora se sumaba a ellos Wooyoung). Y fue reconfortante a niveles extraordinarios, saber que Krist estaba ahí afuera—. ¡Estoy bien!

Fuego en el Corazón  <<KristSingto<< Adapt.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora