-¿Me estás jodiendo?-exclamó el pelirubio, alterado. El flujo acelerado de su excitación tuvo que cortar de golpe al conocer el pequeño... Muy pequeño amigo de su acompañante.
El chico bajó la vista, confundido.
-¿De qué hablás?- inquirió, levemente molesto, ya que el menor había decidido pararlo todo en el peor momento. Su erección dolía y el enano solo se dedicaba a joderlo.
-¡Ese puto tamaño!- gritó Rodrigo, rojo de la rabia. -¿No te da vergüenza andar con esa miniatura entre las piernas?
El chico abrió la boca, pero las palabras no salieron. Necesitó un momento para pensar en lo que estaba pasando.
-Vos me tenés que estar jodiendo- murmuró, frunciendo el ceño. Rodrigo apretó los dientes. -¿Miniatura? ¿Qué mierda esperás? ¿Treinta centímetros?
-Boe, tampoco esperaba cinco.
-¡Diecisiete!- exclamó el chico, incrédulo. -¡¿Unos putos diecisiete centímetros no son mucho para vos?!
El silencio proveniente por parte del menor fue suficiente para que el chico alcance su máximo nivel de vergüenza e indignación. Se alejó con furia del castaño arrodillado frente a su hombría y caminó con pasos desequilibrados y rápidos hasta su ropa tirada en un extremo de la habitación.
-¡Esperá!- exclamó Rodrigo, poniéndose de pie precipitadamente. Su acompañante lo miró sin dejar de ponerse la ropa. -Y-yo... Eh... P-Podría intentar hacerlo con vos...
Un jadeo de exclamación salió de los ámbitos del chico.
-¿Intentar?- inquirió, sintiendo el enojo crecer cada vez más. -Andate a cagar.
-P-Pero...- Rodrigo se quejó, revolviéndose el cabello con frustración. -¡Oh, mierda! No es mí culpa que no cumplas con mis expectativas...
-¿Qué clase de expectativas tenés?- exclamó el chico, haciendo una mueca de horror. -Zorra traga pijas.
Rodrigo se indignó. -Quizá sí, pero solo pijas grandes, no como la tuya, amigo. Suerte con ese gusanito- canturreó, empujando al chico fuera de la habitación sin dejarle tiempo alguno de agarrar su camiseta ni su billetera, lo que había sido completamente a propósito, pero su acompañante estaría siendo cegado de indignación, ya que no reparó en devolverse por ellas.
Rodrigo se recostó contra la madera de la puerta, soltando un suspiro pesado.
-Y yo creí que porque era extranjero me había ganado terrible premio- se quejó para sí mismo. -Puta madre, posta es mejor mí vibrador.
El castaño se mordió el labio inferior. Se consideró un poco culpable por herir el ego de su acompañante, pero no pudo evitarlo.
Simplemente cuando un hombre no cubría aquél requisito especial tan importante para Rodrigo, este enloquecía.
Caminó hasta el bolso que había llevado al club esa noche (donde había tenido lo que creía que podía llamarse suerte al conocer a ese lindo extranjero que acababa de salir echando humo de la habitación del hotel), el cual guardaba lo que era calificado por él mismo como "botiquín de emergencia", para casos como estos, el cual contenía un consolador rosa y un vibrador del mismo color, los cuales medían aproximadamente veintitrés centímetros cada uno, más una botella de lubricante.
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𝐅𝐀𝐋𝐎𝐅𝐈𝐋𝐈𝐀 » rodrivan.
Romance❝Donde diecisiete centímetros no son suficientes ❞ ©thebunnyshiteu