Iván Buhajeruk, the satyr

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Iván soltó un pequeño jadeo cuando sintió, de nuevo, aquel roce en su entrepierna. No estaba seguro de lo que estaba pasando pero tenía demasiado sueño, no quería abrir los ojos.

O al menos, así fue hasta que distinguió un gemido más... Que no era suyo.

Abrió los ojos en el momento preciso que todos los recuerdos de la noche anterior se desbordaron en su mente como una avalancha. Se sobresaltó un poco, abriendo los ojos de golpe y encontrándose con la castaña cabellera de Rodrigo recostada en su pecho cómodamente.

Movió las piernas un poco, notando de inmediato la razón de sus gemidos y los de Rodrigo: ambos tenían las piernas enredadas con las del otro, por lo que era de esperarse que sus entrepiernas queden juntas y frotándose constantemente entre sí.

No le tomó demasiado darse cuenta de que no podía moverse, pues los brazos de Rodrigo estaban fuertemente aferrados a su cintura, dejándolo inmóvil.

Cerró los ojos con fuerza, intentando plantearse una idea de lo que le diría a Rodrigo y como este podría reaccionar ante la historia nada trágica que Iván estaba deseando contarle, pues quería que Rodrigo entendiera el porqué de su actitud de siempre y la de anoche.

No iba a ser algo fácil de contar, porque probablemente el mayor se reiría de él. Pero Rodrigo le gustaba... Y quería intentarlo con él. Por más que eso le costara el autocontrol, deseaba que con Rodrigo no fuese algo únicamente sexual.

Sintió un par de cosquillas en el cuello y miró hacia abajo, encontrándose con que Rodrigo parecía estar despertando, pues se movía inquieto, por lo que su cabello cosquilleaba en el cuello de Iván, quién no pudo reprimir sus impulsos y acariciar sus cabellos delicadamente.

Rodrigo pasó sus manos por el abdomen de Iván, poniéndolo nervioso.

—¿R-Rodrigo?

Rodrigo lo miró en ese momento e Iván temió que pudiese escuchar el inquieto y fuerte latido de su corazón, pues este se había agitado notablemente al ver la adorable cara de Rodrigo recién despierto, con pequeños y hermosos ojos perezosos medio abiertos, sus labios exquisitos y rosas con siempre y sus cabellos apuntando en todas las direcciones, dándole una apariencia más que preciosa.

—Buen día, Ivi...— Rodrigo murmuró, trepó hasta quedar sobre Iván y lo besó en la mejilla. —¿Cómo dormiste?

Iván lo miró, estupefacto. ¿Acaso había olvidado lo que sucedió en la madrugada? Era cierto que deseaba que Rodrigo recordara cada minucioso detalle, como él lo hacía, pero de cualquier modo, aún no sabía cómo lidiar con ello. Así que no tenía idea de qué hacer o qué decir.

—B-Bien— se limitó a responder, forzando una sonrisa. —¿Y vos, Rodrigo?

Rodrigo rió sacudiendo sus hombros y confundiendo al menor.

—Hace un par de hora estaba: "Rodri, me gusta el control", "Rodri, callate", "Rodri, sos muy inquieto", Rodri, Rodri, Rodri...— se burló el mayor enarcando una ceja. Iván enrojeció por completo. Rodrigo apoyó sus manos en el pecho de Iván y, en estas, su cara. —Es un poco muy raro que ahora te dignes a recordar mí nombre completo.

El menor se muerde el labio inferior. Debía admitir que se había estado armando de valor para contarle todo a Rodrigo desde hace más de una semana, pero, justo en ese momento, ni una sola palabra era capaz de salir de su boca.

Pero parecía no ser necesario, pues, estando completamente hundido en sus pensamientos, lo único capaz de sacarlo de allí, fueron los tercios labios de Rodrigo posándose sobre los suyos.

Rodrigo se acomodó de modo que quedó sentado sobre el abdomen de Iván y enredó sus dedos en el cabello creciente de la nuca del menor, quién se derritió instantáneamente ante el toque, enlazando su lengua con la de Rodrigo.

Buhajeruk se recostó contra el cabecero de la cama, sentándose, haciendo deslizarse a Rodrigo por su estómago hasta que su trasero cayó en su entrepierna. Carrera se acomodó, moviendo sus caderas contra las del más alto, a lo que este no pudo evitar jadear en medo del beso, apretando los ojos y apartando al mayor, quién lo miró con los ojos anhelantes y brillosos, con los labios hinchados y rojizos.

—No puedo, Rodrigo, no puedo...— murmuró el pelinegro, revolviéndose el cabello.

—¿Qué no podés?— inquirió Rodrigo, enarcando una ceja. Iván dudó muchas veces antes de mirarlo, pero al final, lo consiguió.

—No puedo hacer nada con vos hasta que sepas... Todo— confesó Iván, mordiéndose el labio inferior. Rodrigo sonrió, comprensión brillaba en su mirada e Iván tuvo que contenerse un infierno para no lanzárcele encima en ese momento.

—Bueno... Empezá— pide Rodrigo, acariciando levemente las clavículas del menor.

—Primero... Sentate en otro lugar, no puedo concentrarme si estás ahí— le hace saber Iván, señalando un lugar a su lado en la cama. Rodrigo suelta una risita traviesa y se acomoda dónde Iván le ha pedido.

—Ahora, empezá.

El menor se lame los labios, ansioso.

—Soy un sátiro— soltó de golpe, haciendo a Rodrigo sobresaltarse.

—Eh... Bueno... Supongo que...

—No terminé— lo interrumpe. —La primera vez que tuve sexo fue a los dieciséis. Fue con una chica y fue... Horrible— la mueca de asco que hace Iván en ese momento hace reír a Rodrigo. —No lo intenté hasta medio año después, pero fue, esa vez, con un chico. Él no quería dejarme ser el activo por mí falta de experiencia, pero me negaba a ser el pasivo, así que esa noche solo nos tocamos y no pasamos del sexo oral. A pesar de eso, fue una de las mejores noches de mí vida. Así que supuse que el problema eran las chicas— Iván hace una mueca de angustia.

«Podía hacerlo cinco veces seguidas... A veces sentía que no quedaba satisfecho. Mí familia se dio cuenta... Fue lo más vergonzoso que les tuve que admitir, pero en ese punto, yo ya sabía hace mucho que tenía un problema de hipersexualidad. Así que fui a un tratamiento por un año y medio. Cuando salí ya tenía dieciocho, que fue cuando me fui de intercambio.

«Cuando llegué a América, me di cuenta que llamaba mucho la atención, las chicas y los chicos literalmente me caían por todos lados. Así que pensé que no era bueno para mí autocontrol si tenía la tentación tan cerca. Siempre he sido un chico un poco tímido, así que me encerré en mí mismo, así era hasta que cumplí quince. Pareció funcionar porque nadie me prestaba atención...— Iván se cubre la cara con ambas manos. —Hasta que tuve que volver a Argentina y entonces entré a la universidad y tuve que entrar en el equipo y ahora todos están atrás de mí...»

Iván se calló de repente. Quizá una apresurada confesión después de una historia tan patética cómo aquella no era una buena idea, lo mejor era esperar por la reacción de Rodrigo.

Así que se voltea a mirar, encontrándose con los adorables ojos de Rodrigo muy abiertos y perdidos en la nada, procesando la información recién recibida.

—Bueno... Yo... No sé que decir— admite Rodrigo, encongiéndose de hombros. —Lo único que puedo pensar es que no te va servir de nada reprimirte sexualmente. Todo va a salir peor. Además, tenés las bases de tu tratamiento y las pautas a seguir, vas a saber qué hacer cuando sientas la necesidad de tener sexo... Cómo lo has estado haciendo todo... Este tiempo.

—Hay un problema más grande que ese...— murmura Iván, mirándolo fijamente. Rodrigo corresponde su mirada, sonrojándose levemente.

—¿Cuál es el problema?— pregunta el mayor, moviéndose para volver a su posición anterior, sobre el regazo del menor.

Iván traga saliva, desviando su mirada de los labios a los ojos del mayor en repetidas ocasiones.

—Que me gustás.

𝐅𝐀𝐋𝐎𝐅𝐈𝐋𝐈𝐀 » rodrivan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora