Capitulo Nueve

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Hicieron en helicóptero la última parte del viaje. 

—¡Ahí está la villa! –gritó Mew por encima del ruido de las hélices.

 Gulf contempló un asombroso desfiladero cubierto de árboles y vio la villa con el tejado de terracota coronando una colina. Hasta él llegaba una tortuosa carrera que viraba y viraba y viraba entre los árboles, pero no había coches. Era una carretera privada. 

Bajó del helicóptero con Venus en brazos y fue a inspeccionar la villa. Oculta por una muralla vegetal de gigantesco cipreses y hayas, la piedra pulida por el clima que relucía como el oro a la luz del atardecer... Pero por dentro era aún mejor. Suelos de mármol, muebles elegantes y cómodos, lámparas y jarrones ornamentales, hermosos dormitorios y cuartos de baño, y dos cunas equipadas con sábanas de bordado inglés para los mellizos. 

— ¿Cómo has conseguido este sitio avisando con tan poca antelación? –se oyó preguntar, a pesar de que había estado ignorándolo todo el tiempo. 

— Pertenece a la familia desde hace un tiempo. 

Debería haberlo sabido. Privada, exclusiva, equipada con todo tipo de lujos. 

—¿Eso que hay ahí es un jacuzzi? 

— Oui... 

— No voy a meterme ahí. 

Gulf lo oyó exhalar de forma audible, pero se fue a ocuparse de sus hijos, a los que les había puesto el pijama en el jet. 

— No tendrás que cocinar ni nada...

 — Oh, lo sé. No querrás morir envenenado, ¿Verdad? 

Ignorando el comentario, Mew mencionó que una asistenta iría dos veces al día, y que se quedaría si querían salir a cenar. 

— Si me das la oportunidad, quiero disculparme –dijo Mew con tono plano. 

— Olvídalo... perderás el tiempo. Estoy más que harto de que siempre me estés criticando... 

— Gulf... de verdad que quiero que éste sea un viaje especial. Acepto que lo he estropeado, pero no es propio de ti guardar rencor. 

— No, es una pena –replicó él, con los ojos brillantes—. No vacilaste a la hora de censurar mis acciones, ¿Por qué debería hacerlo yo? ¡Y eso que me contuve! 

— Si tienes algo que decirme, dilo... 

— ¿Tienes bolígrafo? Frunciendo las oscuras cejas, sacó una pluma de oro del bolsillo interior de la chaqueta. 

Gulf entró en su sofá a escribir. 

— ¿Qué haces? 

— Eres muy listo a la hora de discutir. Quiero asegurarme de que no se me olvida nada. 

—Creo que iré a dar un paseo por la playa, y tal vez cuando vuelva...

 — ¿Me habré calmado? –Terminó él con una risotada-. Ni lo sueñes, Mew. Bien, ¿Estás listo? 

—¿De verdad es necesario todo esto? 

—Si quieres que sigamos casados es muy necesario –afirmó con voz tensa-. Punto número uno: no me gusta que me trates como a un niño. Soy un adulto y padre. No dejaré que seas condescendiente.

 — D ́accord... — murmuró Mew con la diversión en los ojos. 

Pero Gulf estaba decidido a arrancarle esa sonrisa ufana de su bonito rostro. 

— Dos: durante aquel invierno en el que me enamoré de ti, tú me animaste todo el tiempo al no rechazarme. Creo que te gustaba que te amara. 

— Vraiment...

Una noche con su esposo - Mew GulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora