— La cuenta ya no existe...— Gulf no dejaba de repetir con voz quebradiza la desoladora noticia mientras salía del banco.
Todavía tenía en la mano el cheque que había intentado cobrar sin éxito. Bajo la brillante melena de cabellos oscuros, el aturdimiento estampado en sus delicados rasgos, sus ojos de color ambar rezumaban perplejidad. Subió de nuevo al coche antiguo de Dominik Jaroswi.
— ¿Por qué has tardado tanto? —preguntó Dominik mientras salían del banco.
Girándose en su asiento para comprobar que sus mellizos seguían dormidos en sus sillitas de coche, Gulf masculló.
— Tuve que hablar con el subdirector...
— Eso será porque ahora eres un hombre forrado —bromeó Dominik, refiriéndose al dinero que Gulf había ingresado en el banco lleno de orgullo unas semanas antes.
—Y me dijo que la cuenta ya no existe —continuó Gulf con sequedad.
— ¿Cómo dices?
Al llegar al semáforo, Dominik giró bruscamente su castaña cabeza hacia Gulf.
— Jennie ha cerrado la cuenta.
— ¿Tu madre te ha hecho eso? —lo interrumpió Dominik sin poder creer lo que oía.
— Algo malo debe de haber pasado, Dominik.
— Y que lo digas. ¿Cómo podría tu madre cerrar tu cuenta?
— Es su cuenta.
Al oírlo, Dominik lo miró desconcertado.
— ¿Y por qué no tienes una cuenta a tu nombre?
— Porque hasta el mes pasado en que vendí todos esos cuadros no tenía dinero que meter en esa cuenta propia— contestó Gulf a la defensiva—. ¡Jennie me estaba manteniendo!
Poco impresionado por el argumento, Dominik arrancó nuevamente cuando el semáforo cambió.
— Aun así, era tu dinero, el resultado de vender tus primeros cuadros...
Su insistencia hizo enfadar aún más a Gulf.
— Jennie y yo funcionamos según la premisa de ''lo mío es tuyo ́ ́, Dominik. Somos una familia. Nos apoyamos. Si ha sacado todo ese dinero, será porque lo necesitaba— se detuvo, asaltado por un nuevo motivo de alarma—. ¿Te das cuenta de que hace más de dos semanas que no hablo con mi madre? ¡Cada ves que llamo me, salta el maldito contestador!
— No me sorprendería que hubiera cambiado la cuenta de sitio y se le hubiera olvidado decírtelo —sugirió Dominik en tono conciliador— No te preocupes más. Es mi día libre. ¿Qué quieres hacer ahora?
Todavía perplejo, Gulf sacudió la cabeza lentamente.
— No puedo ir de compras sin dinero...
— Te haré un préstamo temporal —dijo Dominik, encogiéndose de hombros para quitar importancia al asunto.
— No, gracias —se apresuro a decir Gulf, decidido a no abusar de él de esa forma —. Será mejor que volvamos a casa. Tengo que llamar a Jennie y averiguar que esta pasando.
— Seamos sensatos, Gulf. Casi nunca está en casa. Y mientras tú necesitas comer — señaló Dominik con el sentido práctico de un hombre cuya fortuna familiar se construyó gracias a esa necesidad.
Sin embargo, Gulf se mostró inamovible.
Media hora después, Gulf detenía el coche en el sendero empedrado de una destartalada casa fortificada que contaba incluso con una torre rodeada de un oxidado andamiaje. Gulf vivía en Highburn Castle trabajando como portero por lo que no pagaba alquiler El propietario vivía en el extranjero. Se trataba de un amigo de Jennie que no tenía dinero para mantener su herencia, ni ganas de solicitar las ayudas que se otorgaban para la reparación de edificios de importancia histórica.
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Una noche con su esposo - Mew Gulf
Lãng mạnEl matrimonio de Mew y Gulf había sido breve, pero intensamente apasionado. Se habían separado casi inmediatamente después de casarse y Gulf había desaparecido, pero Mew nunca había llegado a pedir el divorcio. Dieciocho meses después, consiguió lo...