Lo que no puede ser

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La lluvia arreciaba.

Era un tormenta fuerte, y el grupo no podía avanzar, por más que lo quisieran. Con un gruñido de fastidio, Zhu Bajie dijo que cenarían hongos de cueva, y que menos mal que había juntado algunas hierbas por el camino. Sha Seng había ido con él, a la búsqueda de un curso de agua subterráneo que creía prometedor. Sun Wukong y él se ocupaban del fuego, usando la poca leña seca que habían logrado rescatar del aguacero.

La hoguera le dio la sensación de estar en una isla.

Rodeado de agua y roca oscura, el fuego era lo único cálido, lo único que le permitía ver a sus alrededores. Agradecía que hubiera sucedido en uno de los meses más calurosos, porque sus ropas estaban empapadas. Sha Sheng estaba feliz, pero el resto prefería no resfriarse. Miró a Sun Wukong, con el pelaje empapado, colocando sus ropas cerca del fuego, y él le devolvió la mirada.

Sonrió.

-¿Wukong?

-¿Vamos a desperdiciar este regalo de los dioses?

El tono era extraño, la sonrisa no le gustaba, y cuando una mano de mono se acercó a su torso, retrocedió.

-¿Qué haces?

-Quiero devorarte.

Los dos sabían que no hablaba de comida.

-Y no me digas que no quieres. Cualquiera estaría feliz de estar conmigo de esta manera.

-¿Te has vuelto loco?- apartó la mano, y la otra le agarró la muñeca -Suéltame.

-¿O qué? ¿Me harás rodar con tu fuerza?- se rió por lo bajo, y resonó con aire siniestro en la cueva oscura -No te escucharán gritar por la lluvia, monje.

Tripitaka sabía muchas cosas.

Sabía que no era fuerte físicamente, y que ese era uno de los motivos por los cuales tenía de acompañantes a tres seres que sí podían ayudarlo en eso. También sabía que la mirada de Wukong era la de alguien que no iba a parar, sin importar cuántas veces le dijese que no. Baije y Seng estaban lejos. Las llamas dibujaron el metal en la cabeza peluda. La repugnancia y la indignación se revolvieron en su interior cuando una de esas manos acariciaron su piel, posesivo y deseoso contra su cuerpo, que no quería que lo tocasen de esa manera, menos alguien que estaba allí para protegerlo.

La oración saltó a sus labios.

(...no...)

El suelo liso parecía brillar bajo él, haciendo que el cubo pareciera vivo. Sentía su cuerpo transpirar, no por algo placentero, sino por el esfuerzo de concentrarse, de intentar quedarse en...

Una mano se apoyó en su hombro.

(...estoy en el suelo. Suelo...)

A la luz de la fogata, Sun Wukong parecía un demonio malvado.

(...no es real...)

Intentó levantarse, pero la mano en su hombro no se lo permitió. Una voz susurró algo de una orden, que no entendió pero su significado se clavó en su cerebro con una claridad que pocas veces en la vida había alcanzado. Hubo una ligera presión, una cascada de... algo bajó de su hombro hasta su torso, y de allí fue al resto de su cuerpo, llenándolo. De repente estaba de nuevo en la cueva, como despertando de un sueño.

(...se siente real pero no es real...no puede ser real...)

Piedra y ropas húmedas bajo él, ropas húmedas y un demonio en forma de mono que ya se había pasado de la raya más de una vez, en especial para con él. Una cola peluda se envolvió alrededor de su cintura.

Cómo aman los demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora