sanando

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• au padres
——

En un ambiente tranquilo por la madrugada se oyen los llantos de un recién nacido por toda la habitación.

Fue inevitable que esto llegara a oídos de sus padres, quienes estaban durmiendo plácidamente en la cama matrimonial.

El primero en despertar fue el moreno, que aún con sus ojos cerrados da media vuelta para llamar a su esposo.

—Volkov...

—Voy yo.— le oye susurrar y siente su movimiento por el colchón.
El de nacionalidad rusa no tardó en levantarse de la cama, por más cansado que estuviera, debía atender el llamado del niño.

La cuna se encontraba en una esquina del cuarto; no porque el pequeño no tuviera el suyo, sino porque al ser primerizos con él no querían dejarle solo.
No querían fallarle a su hijo.

Con cuidado el mayor lo saca de la cuna y sosteniéndolo en brazos le habla con suavidad.

—Shh, estoy aquí, no llores, papá está aquí.

Al ver que el pequeño no detuvo su llanto, decide hacer la única solución que tiene para calmarlo: cantarle en ruso.

Por alguna razón, la suave forma en la que su padre le cantaba en su idioma natal lograba tranquilizarle por completo. Y esta no fue la excepción.

Mientras entonaba la canción lo mecía muy lentamente, logrando consolarle poco a poco.

Por su parte el de cresta presenció toda la escena desde su lugar.
Sentado en la cama miraba a su esposo, pensando.

Pensando en todo lo que ha ocurrido. Pensando por lo que tuvieron que afrontar para llegar a este momento.

Pensando en que, después de tanto dolor que sintieron en sus vidas, por fin han cumplido ese sueño que anhelaban con todo su corazón.

Estaban sanando todas las heridas que sus pasados le dejaron.

Y sonrió, sintiéndose en paz. Sintiéndose feliz. Sintiéndose en su hogar.

El moreno decide levantarse e ir con su amado; quien luego de conseguir calmar al bebé, lo acuesta con cuidado para no despertarle.

Poniéndose en puntas de pie apoya su cabeza en el hombro del mayor, al mismo tiempo le abraza por detrás y desde la cintura.

El contrario no esperó ese lindo gesto, y coloca sus brazos sobre los de su pareja.

Los esposos observan la cuna, donde su hijo dormía tranquilo una vez más.

—Eres un gran padre.— dice el de cresta susurrando, sin irrumpir la calma que reina otra vez en su cuarto.

El pálido voltea su cabeza para verle a los ojos, antes de responder con la misma tonalidad. —Tú también... eres un excelente padre, Horacio.

Ambos se regalan una sincera sonrisa, acompañado de un dulce beso que le brindan a sus labios.

No podían estar más agradecidos con la vida que llevan en este momento.
Y de vuelta teniendo el silencio de la noche, el par de esposos vuelven a su cama para descansar.
.
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.
.

/fin

volkacio [ drabbles ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora