Miraba indignado hacia el cielo, recostado en las piernas ajenas. Había ganado la carrera hacia el parque —con trampa, está demás decir— y el contrario lo estaba ignorando desde hacía varios minutos que llevaban sin hablarse, por lo que comenzaba a sentirse rechazado.
—Hey... —le habló, pero no recibió respuesta alguna, por lo menos no verbal—. Hey, Binnie, ¿sigues molesto?
—Cállate, tramposo —respondió, con sus mejillas infladas de la ira que YeonJun amaba en demasía.
—Ya~ No me ignores —dijo, haciendo un puchero, pero este fue ignorado olímpicamente de nuevo—. ¿Por qué me ignoras?
—Porque quien ganase iba a pedir lo que quisiera, y quería aprovechar para pedirte mi mascota.
—Ya dije que no te compraré un puercoespín.
—¿Por qué~? —Volvió SooBin a hacer un puchero.
—Porque no lo quieres adoptar conmigo.
—No quiero ser además de esposo, padre tan joven, YeonJun.
—Pero yo sí si es contigo.
Estaba claro, con el mirar de reproche de ambos, que ninguno iba a ceder, por lo que nada más se miraban, pero era un pretexto para observar detenidamente a su pareja. Así que YeonJun se levantó para verlo mejor.
—Está bien, SooBin. Te compraré a tu puercoespín. —SooBin iba a gritar de la emoción, pero se calló con una mano sobre sus labios—. Pero, yo gané el juego, así que primero va mi condición.
SooBin iba a protestar, pero no lo hizo, porque no es como que pudiera negarle nada a su lindo novio.
—Bien, ¿qué quieres, lindo?
—SooBin, dame un beso.
Eso era fácil.
Antes de pensarlo más, SooBin tomó de la cintura a su novio y lo besó delicadamente, tomándose su tiempo de disfrutarlo.
—Está bien, Junnie, adoptemos juntos a Odi —dijo SooBin por la euforia y con respiración errática.
Ambos rieron entre besos y caricias por eso.
—Te amo, SooBin.
—Te amo más, YeonJun.
Qué loco que, lo que pronto terminaría como matrimonio, empezó simplemente por un número de celular.
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