SUJETÓ y blandió a Oglaz con ligereza y aún así firmemente. No tenía mucho que hacer, con que el filo de la espada tocase al Demonio Mayor, este sería destruido completamente. Pero no podían ser tan confiados, sabían que no iba a ser tan fácil. El enemigo podría hacer cualquier movimiento que la confundiese, y ella debía tener unos muy buenos reflejos. Se protegería con el escudo para repelerle y en cuanto pudiese le golpearía.
Rojo aún tenía muchas dudas que probablemente no se fuesen a responder jamás. El gran Señor del Infierno era casi inmortal, ¿cómo iba a ser posible que con tan sólo un elegido fuesen a confinarle para toda la eternidad? Trataba de buscarle toda la lógica posible, pero al parecer todo eso tan solo... era.
El tiempo pasó más rápido de lo que ella creía, se esperaba y deseaba. Había dejado de ir a clase para poder entrenar más intensamente. Había repasado todas las artes con la espada que pudo haber aprendido, desde técnicas históricas hasta técnicas modernas. Había aprendido lo que muchos deseaban. Su condición física era perfecta, era su obligación.
Cada vez estaba más nerviosa y se agobiaba. Cinco días antes del gran día había pillado fiebre, y no por ello su padre la dejó sin trabajar, aunque sí pudo descansar de vez en cuando. Por suerte, tenía un buen sistema inmunitario y en dos días se recuperó.
Su madre le había cortado el pelo más de medio metro. Había ido de por debajo de sus caderas hasta por debajo de sus orejas. Admitía que al principio le dio un poco de pena, pero deshacerse de todo eso le hizo bien. Antes era muy descontrolado y aunque se hiciese trenzas o coletas se movía demasiado. Entonces tan sólo tenía que atarse hacia atrás los pelos que le molestaban y no la interrumpían.
Y por fin el día llego. Rojo moría de miedo y de nervios. El gran Rey Demonio aparecería a las seis de la tarde, a la misma hora que ella nació diecisiete años atrás. Vendría donde quiera que estuviese ella, pues él la buscaba. O, al menos, eso decía la leyenda.
Se vistió con la ropa más cómoda y con la mayor movilidad que encontró. Sujetó su escudo y su espada como si sus propios hijos se tratase.
El lugar que mejor le pareció fue un área abierta, para causar los menores daños posibles. Se encontraba en un parque grande, con tierra y hierba.
Estaba chispeando y hacía bastante viento, por lo que no había ni un alma por ahí, lo que era una suerte.
Sus padres la habían acompañado.
-Mucha suerte, cariño. Y feliz cumpleaños, ya casi eres adulta. Sé que tú puedes -decía su madre llorando.
La mujer confiaba en su hija, pero no podía evitar derramar varias lágrimas. Sabía que su pequeña estaba en un peligro muy grave y, aunque tuviese las de ganar, cuando acabase no sería la misma.
Su padre tan sólo le dio un golpe en la espalda y la animó mientras abrazaba a su esposa.
Rojo sonrió con confianza. Ella también tenía ligeras ganas de llorar, pero no lo iba a hacer, porque ella era fuerte. Sus nervios la mataban, y aun así se mantenía firme. La victoria dependía en su confianza en sí misma, y por eso iba a ganar.
Se tragó el nudo en su garganta y caminó hacía adelante, preparada para lo que tuviese que venir. Preparada para enfrentarse al ser más maligno y poderoso existente.
Capítulo 3, por fin.
Quería avisar sobre que, a partir de ahora, actualizaré los viernes-sábados y... pos eso xd
Ya comienza el salseo de verdad ewe
Después de tanta espera y merdi capítulos, espero que valga la pena eweNos vemos~♡