VIII.

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Al sexto día, cuando despertó por la mañana, se llevó un gran susto. Aquel susto, aunque tuviese que ver con Zalgo, era muy diferente a los que él solía provocar.

Ocurrió cuando miró a su derecha y vio al ser más horrible que sus ojos hubiesen podido admirar, observándola fijamente. Era un ser que de algún modo parecía humano. Estaba completamente lampiño. Su piel era de color gris oscuro. Su delgadez parecía extrema, pues se le marcaban notoriamente las costillas y demás huesos. Tenía seis ranuras, tres a cada lado, en su torso. Parecía medir casi dos metros y medio.

Rojo se reprendió mentalmente por hacerlo, pero por instinto dirigió su mirada a lo que sería la entrepierna de aquella cosa, para encontrarse con nada. Literalmente, nada de nada. Quiso vomitar.

- ¿Qué coño eres? -preguntó lo más calmadamente que pudo tras sentarse en su cama y encogerse en la esquina.

Eso movió lo que sería su cabeza, y pestañeó sus ojos rojos.

- Zalgo -las ranuras se abrieron y pronunciaron aquel nombre con tono gutural.

- ¿Por qué te ves así?

- Para ahorrar energía.

- ¿Ahorrar energía?

- Estando en forma física y en un espacio tridimensional no puedo obtener energía nueva. Toda la que ya tengo se va gastando.

Rojo sólo hizo un movimiento indicando que lo entendió.

Sus padres volvieron a la hora de comer. Agradeció a nadie mentalmente, ya que sus padres no podían ver al demonio. Habría sido muy incómodo. Aunque en ese mismo momento era solo ella la que se sentía así.

- Rojo, cariño, ¿qué está pasando exactamente?

La nombrada levantó su mirada del plato y bajó el tenedor.

- Estoy poseída, por así decirlo.

Su madre inhaló con sorpresa, aunque de algún modo ya se lo esperaba.

Poco a poco les fue explicando a sus padres todo lo que había hablado con Zalgo. Hasta que llegó a la pregunta de cómo se veía.

Rojo se giró para ver al demonio. Quiso vomitar. Volvió a su posición normal.

- Es difícil de explicar, mamá, lo único que te puedo decir es que tiene siete bocas y los ojos rojos -rió suavemente, por primera vez en mucho tiempo. Hablar con los demás le sentaba bien.

Más tarde, cuando sus padres volvieron a sus respectivos trabajos, Rojo decidió vestir a Zalgo. Tenerlo al rededor, desnudo, le brindaba escalofríos.

Fue a la habitación de sus progenitores y cogió lo primero que encontró de su padre: una camisa a cuadros y unos pantalones vaqueros. Prefirió no tocar la ropa interior. Sabía que quizá le quedaría un poco pequeño, pero solo de altura.

Le dio la ropa y le ordenó que se lo pusiese mientras ella se daba la vuelta. Como no oía ningún ruido, volvió a mirarle, para comprobar que tan solo se había quedado de pie con sus ojos sobre Rojo.

Suspiró, suponiendo que no sabia vestirse solo. Procedió a vestirle ella. Prefirió empezar por la parte de arriba. Lo primero que hizo fue levantarle el brazo izquierdo, cubriendo la menor superficie de piel gris posible con su mano. Justo cuando había preparado la manga para ponérsela, vio que la tela le atravesaba.

Gruñó desesperada. ¿Y ahora qué?

- ¿Qué coño puedo hacer para que te cubras de una maldita vez?

El demonio retorció su cabeza de un modo tenebroso. De repente, una sombra cubrió a Zalgo, asemejando a la ropa que Rojo había traído, aunque completamente negro.

- Gasta un poco de energía.

La pelirroja alzó una ceja, pero no dijo nada.

Casi se me olvida publicar hoy JAJAJAJAJAJAJAJAJA
Y llevo muy poco del capítulo siguiente.
Socorro.

Nos vemos.

La Canción ||Zalgo|| [#Creepyawards2016]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora