XV

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Aquella mañana, la cumpleañera despertó con una mala sensación. Le dolían algunas partes del cuerpo, como la pierna y en el costado izquierdo.

- ¿Mamá? -gritó con la voz ronca.

Carraspeó y se levantó de su cama. Lista para disfrutar de la obra maestra del demonio.

Su grito se habría oído por todo el vecindario. Las lágrimas cayeron en un instante de sus ojos.

Estaba su padre, en la enorme cama matrimonial, muerto. Solo una zona de la cama y su cuerpo estaba manchada con sangre, al rededor del pecho. Apuñalado. Alguien le había apuñalado mientras dormía.

Bajó corriendo las escaleras. Su madre también estaba muerta. Tirada en el suelo del comedor. Pero lo suyo era peor. Se mostraban claros signos de violencia, a la que se había resistido.

- Tú les has matado -habló una voz a sus espaldas. Una que ella reconocía perfectamente.

Sentía que estaba en una pesadilla. Una interminable. Todavía no podía creer lo que sus ojos veían. Era mentira lo que el demonio le decía.

Pero Zalgo sabía todo lo que pasaba por la mente de la adolescente. En cuanto aquel pensamiento cruzó su cabeza, vio unas imágenes que le mostraba el desalmado. En ellas se mostraba perfectamente el recuerdo de cómo Rojo mataba a los únicos seres que le quedaban. Podía oírlo todo, sentirlo todo. La profunda respiración de Matías, ininterrumpida hasta que Oglaz atravesó su órgano bombeante de sangre. Los gritos de Sandra intentando hacerla entrar en razón. Cómo se había auto defendido, vacilando por tener que golpear a su propia hija, quien más tarde le rompería el cuello.

Rojo calló de rodillas y se puso a llorar. Ya no tenía nada que le animase a avanzar. ¿Qué iba a hacer ahora? No iba a poder seguir adelante sin nadie que le apoyase como sus padres lo habían hecho. Estaba completamente sola. A merced del peor demonio que jamás pudo llegar a existir.

Una estruendosa risa sonó. Una que podría haber dejado sorda a toda su ciudad, si lo pudiesen haber oído.

- Mátate de una vez.

Un mecanismo se activó en la cabeza de Rojo.

- Sabes que no lo haré nunca. No dejaré que todos mis esfuerzos hayan sido en vano. Sé que algún día caeré, pero cuando yo caiga, te arrastraré abajo conmigo.

Aquellas palabras habían enfadado al demonio. Quería acabar con ella pronto. Sabía que aquello último le había roto más de lo que quería aparentar. Podía sentir sus deseos de acabar con su propia vida, pero también podía sentir cómo sus ganas de no rendirse lo superaban.

No quería quedarse ahí por mucho tiempo más.

- ¿Sabes? Podemos hacer un trato.

La pelirroja no dijo nada. Todavía estaba shockeada. Sus padres habían muerto. Ella había matado a sus padres. Estaba completamente sola. Sin embargo, escuchaba todas y cada una de las palabras del demonio.

- Puedo irme de aquí sin destruir nada.
La ahora mayor de edad alzó la cabeza sorprendida, y sin poder asimilar bien las palabras.

- ¿Qué?

- Es fácil. Me estoy quedando sin energía. Necesito irme de aquí. Podemos hacer un trato. Tú me devuelves a Oglaz y yo me voy de este mundo, a por el siguiente. ¿Te parece bien?

Los ojos de la teñida iban a salirse de sus órbitas.

- A no ser que quieras tomar venganza y que me quede conmigo hasta tu muerte -él sabía que ella no iba a ser capaz de aquello.

- Creo que prefiero lo primero -respondió sin pensárselo.

Zalgo le tendió la mano, para finalizar el trato. En cuanto Rojo le correspondió, el demonio y la espada desaparecieron, dejando a la joven realmente sola aquella vez, rodeada por un silencio abrumador.

¿Había sido realmente tan fácil? Ella le había devuelto la espada de cielo e infierno, y él había desaparecido de su vida.

Después de un año de dolor. Después de haber perdido la virginidad a la fuerza. Después de haber perdido a sus padres. Después de haber pasado hambre como nunca. Después de haber pasado casi un mes dormida.

Por fin era libre.

Pero, ¿ahora qué? ¿Qué iba a hacer cuando ya no tenía nada?

Sin verse capaz de asimilar todo aquello, lloró. Lloró por horas y horas. Lloró hasta que la policía llamó a su timbre.

Abrió la puerta con los ojos todavía rojos.

Los oficiales habían oído gritos la noche anterior, pero no se hubiesen esperado ver el cadáver de una mujer detrás de una adolescente dolida.

Fue en el cuestionario policial cuando lo confesó todo. Que ella era la elegida. Que había conocido al Demonio Mayor y se llamaba Zalgo. Que había sido violada por su culpa y él había hecho que matase a sus padres.

Por supuesto, la tomaron por loca. La llevaron al manicomio, suponiendo que tenía esquizofrenia o alguna enfermedad similar.

Ella sabía que no era así, pero se dejó hacer. No quería estar sola. No iba a poder vivir por su cuenta, o acabaría suicidándose. Precisamente aquello contra lo que luchaba.

Por lo menos era libre. Ya no tenía a un demonio siguiéndole a todas partes. Él se había ido, le había dejado en paz. Habían hecho una promesa, él se iría y no volvería otra vez. Era una promesa. Zalgo ya no destruiría el mundo.

Por fin era libre.

[Final alternativo]

Pero, como todos saben, lo demonios no cumplen sus promesas.

FIN.

Bueno gente... Ya se acabó LC :')

Joder, es un poco triste.

Pero no importa porque también estoy escribiendo Sin Luz, de Offendy-kun (#Spam). La comenzaré a publicar no la semana que viene, si no la siguiente. Quiero tenerla bien preparada :3

Y ya hemos llegado a mas de 2'5k de leídas y más de 500 votos. Es precioso :')

Ay, me da una penita despedirme de esta historia...

Pero es inevitable, iba a ser corta desde el principio ;-;

Así que en este capítulo ya no habrá un "nos vemos", si no que un adiós.

Hasta nunca, Rojo :D

La Canción ||Zalgo|| [#Creepyawards2016]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora