Que ocurriría si despertarás todos los días, sumergida en una vida que no te es correspondida ni destinada a ser.
La frustrante situación de tener que pagar por los errores he incompetencia de los demás, mejor dicho de toda la humanidad.
¿Que tan le...
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Ivie Mitchell
Las voces de las personas que vivían en mi vecindario se empezaron a acumular una ves salieron para averiguar que había ocurrido. Todo era un desastre, las calles estaban cundidas de cadáveres de soldados de una agencia desconocida. Los carros estaban volteados, encima de ellos habían ramas enormes caídas de árboles, y algunos pósters ya no estaban en su sitio, yacían tumbados en el suelo.
En ese momento mi cabeza no tenía un orden exacto de lo que ocurría, y es que, ¿Quién lo tendría después de ser consiente, de que mataste a otros seres humanos, sin saber exactamente como lo hiciste?.
Solo era consiente de algo, y es del único cuerpo que se encontraba junto a mi, consolándome, apretándome contra su pecho para que mis lágrimas mancharan su sudadera impregnada de su perfume, aquel que una ves olí estando cerca de el.
La manera en la que Cristofer envolvía mi cuerpo tembloroso entre sus brazos, me hacia sentir como algo sumamente delicado y preciado. Me hacía querer que nunca me soltará, y que siempre tuviera su tierno cobijo junto a mi. Se sentía tan único y especial, y aunque suene raro, incluso se sentía familiar he íntimo.
De seguro mi cabeza me hacía estragos por todo lo que estaba pasando y por el miedo que recorría todo mi cuerpo, pero jamás había querido tanto el contacto de alguien como en estos momentos.
De un momento a otro siento como mi cuerpo es elevado del suelo en el que estaba. Mi peso lo soporta los brazos de Cristofer, quien ahora me carga como si fuese una princesa.
⎯hay que ir a tu casa⎯ dijo en un tono de voz bajo, para que solo yo lo escuchará⎯ tus vecinos salieron a la calle y probablemente la policía este a punto de llegar.
La manera en la que decía aquello sonaba relajado pero tenía un destello nervioso. Era claro que trataba de no levantar sospechas. Yo me límite a asentir levemente para que él entendiera que estaba de acuerdo.
La vos de una señora angustiada llegó a mis oídos.
⎯ ¿Ella es la hija de los Mitchell?⎯ dijo Martha (una de mis vecinas) con preocupación ⎯ ¿Se encuentra bien?, La ambulancia está a punto de llegar la pod…
⎯ no se preocupe señora ⎯le corto Cristofer de manera tranquila ⎯ ella estaba de paso cuando todo esto ocurrió. Solo esta asustada, yo soy su amigo y me encargaré de llevarla hasta su casa.
Podía apostar que el chico le dedicaba una de sus descaradas sonrisas. No lo sabría, ya que me mantuve oculta en su pecho. No quería que nadie viera mi aspecto y aunque quise defenderme con mi propia vos, se me haría imposible formular una palabra sin soltar un sollozo asustadizo.
⎯si pero, un paramédico la puede revisar para asegurarse de que se encuentra bien⎯ volvió a insistir Martha.