Capítulo 2

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Capítulo 2

Llegamos a Argentina, vi a muchos turistas, cuando íbamos de salida del aeropuerto, cruce con alguien que tendría toda mi atención, era un hombre alto, cabello negro, ojos negros claros y brillosos que hacían resaltar su sonrisa, cruzamos las miradas, sentí en ese instante que debía seguirlo para tratar de ligármelo, pero alguien me detuvo una tipa que parecía ser su novia, ella no era tan guapa pero tenía un físico que muchas mujeres envidiarían, no los deje de ver, al verme la tipa se lo llevo junto a dos señores, ella se fue y yo traté de acercarme a él, pero mi mamá me llamó para salir a Villa Gesell.

Llegamos al hotel, mis padres habían bajado para ir a la playa y ver la puesta de sol de este lugar, estaba aburrida, no había nada que hacer en ese momento más que ir a la playa, sin que mis padres se dieran cuenta salí, aquella tarde tropecé con alguien, estaba tirada en el piso y molesta él me preguntó -¿te encuentras bien? Lo miré muy furiosa -¿no piensas levantarme? –lo siento. Dijo y me dio su mano, al verlo más cerca me di cuenta que se trataba de un chico muy guapo, solo pensé que no debía dejarlo ir. Comenzaba a caminar, de pronto lo detuve y dije lo único que se me ocurrió en ese instante -¿eres Ernesto? Él me miró y se quedó muy desconcertado –sí, ¿te conozco? Había adivinado su nombre, me sentí estúpida en ese momento –no, creo que te confundí con alguien, es que eres muy parecido. -¿en verdad? Nunca antes me habían dicho que me parecía a alguien. –pues no son tan observadores como yo. -¿y qué haces aquí en la playa tan tarde? –pensaba en meterme al agua, pero creo que no. -¿y porque ya no lo harás? –ya es tarde como tu dijiste, mañana temprano tal vez me meta. -debo irme mis padres me están esperando. –adiós fue un gusto. Él corrió hacia una camioneta que venía por él yo solo grité adiós Ernesto.

Llegué al hotel, no podía dejar de pensar en él –espero volverlo a ver mañana, estaré allí todo el día si es necesario. Salí a ver a mis padres pero se la estaban pasando tan bien que no quise molestarlos. Cuando entraba a la habitación, la puerta de al lado se abría yo me metí rápido a mi habitación no quería que me pasara nada. Quería estar entre los brazos de Ernesto para estar segura, de pronto me acordé que no le había dicho mi nombre – ¡demonios! ¿Cómo diablos me va a encontrar si no sabe mi nombre? Me enojé y tiré un vaso de agua que tenía a mi lado. Ya no quería seguir pensando en él, si él tal vez no estuviera pensando en mí. No sabía lo que pasaba conmigo, estaba pensando en una persona que ni siquiera conocía, traté de acostarme pero en mi mente estaba Ernesto, me moví de un lado a otro tratando de olvidarlo, pero era imposible, salí de la habitación para ver a mis padres, y vi que alguien trataba de salir de la casa, sentí que debía ser valiente por primera vez, así que caminé lento, cuando abrieron la puerta se trataba de Ernesto, ambos nos miramos con una sonrisa como si no nos hubiésemos visto en años -¿vives aquí? Pregunté muy ansiosa esperando una respuesta positiva. –sí, ¡que coincidencia tuvimos! Dijo asombrado. –oye no te dije mi nombre esta tarde que nos vimos, me llamo Isabela Herrera. –mucho gusto, tú ya sabes mi nombre Isabela, me llamo Ernesto Beltrán. Ambos nos mirábamos y reíamos. -¿y qué haces por aquí? –salí de mi habitación, espero a mis padres pero no llegan deben estar en el bar. Le pregunté lo primero que se me ocurrió para no aburrirlo –los míos también, ¿tu acento es diferente, no eres argentino? –no lo soy, tienes un buen oído. –gracias, ¿y de dónde eres? –soy de Uruguay, vivo en Montevideo. -¿enserio? dije muy asombrada. -¿tú también eres de allá? –no, yo soy de Santiago de Chile. –que bien, oye quieres pasar aquí o vamos a tu casa no me gusta estar a fuera. Rápido le respondí, mi corazón latía muy rápido, me sentía tan emocionada y feliz. –pasemos a tu casa. Dije. Entramos el me ofreció agua -¿y qué haces por aquí Ernesto? –vine con mis padres, estaremos algunos días por aquí. –yo también, tal vez sea cosa de días, a mi papá no le gusta estar mucho tiempo fuera de su país. El no dejaba de mirarme -¿y porque no le gusta estar fuera de su país? –no lo sé, oye... tengo la sensación de que me estas mirando. –lo siento, es que tienes una bonita sonrisa. Agachó su cara  –gracias, no debes sentirte mal por lo que me dijiste, levanta tu cara nunca dejes que alguien te haga sentir mal. Le dije como si fuera una persona sabia. Levantó su cara y me miró –gracias. -¿Qué vas a hacer ahora? –quiero des aburrirme. –cuéntame de ti, ¿Cuántos años tienes? ¿Tienes hermanos? ¿Qué te gusta?

Ernesto trató de responderme pero seguía preguntando hasta que ambos guardamos silencio por una pregunta que había hecho.

-no tengo novia. Dijo muy serio. -¿te molestó mi pregunta? –no, es que nunca he tenido novia. –no te sientas mal, si de algo te sirve yo tampoco he tenido novios y ya tengo 17 años. -¿enserio tienes 17? –si... ¿Por qué? –yo también tengo 17, en unos meses cumpliré los 18. –a mí me falta casi un año. Ernesto sonrió –soy más grande que tú. –eres un menso. Ambos nos quedamos callados, esa noche había demasiado calor y le dije –hay que salir, hace mucho calor aquí. –vamos a fuera, allí no hace tanto calor como aquí. Caminamos juntos, en la noche resaltaban varias estrellas. Nos sentamos en la arena él comenzó a hablar –con la luz de la luna te ves más hermosa. No sabía que decirle, no sabía si me estaba coqueteando o que. –yo no soy hermosa, ¿Qué te hace pensar que soy una persona especial? –no lo sé, quizá tu franqueza al decirme las cosas. –eso cualquiera lo puede hacer, no soy alguien especial hay miles de mujeres con mi nombre, hay cientos con mi edad... ¿Qué te hace pensar que soy especial? –tengo la impresión que no quieres hablar conmigo, de nada sirvió que hayamos salido del hotel, creo que me voy. Ernesto comenzó a caminar dejándome sola, yo me acosté y miré las estrellas –que estúpida eh sido, él solo quería que fuese su amiga y yo pensé que quería ligarme. Ernesto había regresado había dejado su reloj y había escuchado lo que había dicho ella –no eres estúpida. Voltee a verlo, mi corazón se aceleró estaba impactada al verlo -¿pensé que ya te habías ido? –deje mi reloj. –ten. Había tocado su mano, no quería soltarlo, no sabía lo que pasaba en ese momento. El esperaba que lo soltara, quería que me dijera algo y lo hizo -¿puedes soltarme? –no puedo, siéntate. No pensé tener la fuerza en haberle dicho eso, yo era la que le estaba coqueando y quería ligármelo. –está bien. No deje de soltar su mano, sentí algo que no había sentido antes y no sabía que era. –perdóname por tratarte mal, eh tenido una semana muy dura. –no te preocupes... y ¿Qué te paso? –me pasaron demasiadas cosas que nunca me habían pasado. -¿Cómo cuáles? Ernesto comenzaba a sudarle la mano, tal vez lo estaba poniendo nervioso y no quería soltarlo. –fue la primera vez que reprobé un examen, fue la primera vez que conocí a alguien que le tuviera confianza tan rápido. Lo solté y comencé a llorar, el me abrazó para consolarme, no quería que ese momento se acabara, solo pensaba querido no me sueltes porque si lo haces mi huesos se van a romper. Lo solté y lo miré sabía que no estaba bien, aun sentía algo por Fabio y tal vez el no cumpliría con Maritza y me esperaría no quería enamorarme de una persona que jamás volvería a ver. -¿Qué sucede? Preguntó Ernesto. –no lo sé. –si quieres hablemos de otra cosa para que no te sientas mal. –está bien, pero antes dame tu mano y un abrazo quiero sentirme tranquila, me sentía feliz. Él comenzó a contarme de su vida –yo quiero estudiar arquitectura pero mis padres quieren que sea doctor para cuidar de una clínica geriátrica que tienen. – ¿no quieres cuidar a ancianos? –la verdad no, no me gusta atenderlos, me aburren con sus historias, las pocas veces que he ido mi padre quiere que cuide a los ancianos y eso no me gusta. –a mi gustaría estar allí, jamás conocí a mis abuelos, murieron antes de que naciera. –lo lamento, los míos no se hablan con mis padres, han tenido problemas toda la vida. –yo quiero ser contadora pero tal vez no, los números no van conmigo me acabo de dar cuenta el día que reprobé mi examen. -¿siempre habías querido ser contadora? –claro. –no te rindas, no porque hayas reprobado un examen significa que tus conocimientos terminaron, tal vez tenías una distracción o no sé. Nos miramos, él se acostó en la arena y me dijo –acuéstate Isabela, para que mires algo muy hermoso. Me acosté junto a él, el señalo a las estrellas –miras esa estrella tan grande. –si... ¿Por qué? Estaba muy confundida. –dicen que cuando ves una estrella grande y brillosa debes de pedir un deseo y se te hace realidad. –hay que pedir los dos un deseo. –claro, solo cierra los ojos. –me da miedo la obscuridad. –toma mi mano Isabela. La tomé y pedí mi deseo –espero no volver a pensar en ti Fabio. De igual forma Ernesto pensaba en su deseo –listo Isabela. Lo miré -¿y ahora? –solo falta esperar, es lo único que debes hacer. –tendré paciencia Ernesto. –Isabela... -¿Qué? –nada, olvídalo. Lo miré enojada. –está bien, te lo voy a decir tienes arena en la ropa. –quítamela. Entrabamos al hotel, y vimos que había mucha gente bailando -¿te parece si nos quedamos mejor afuera? –si. Dijo gritando para que lo pudiera escuchar por el ruido de la música.

Volverte a ver... porque el amor nunca se acaboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora