CAPITULO 2

21 4 0
                                        

Miraba el horizonte lleno de bellísimos colores. Rojo, violeta, amarillo, naranja, celeste. Todos los colores del atardecer.

El pequeño gatito se removió en mis brazos. Habíamos estado horas afuera y aún Nimbo no avisaba nada. Me aterraba la idea de quedarme a oscuras aquí cuando, pero también me daba miedo entrar al auto y ver algo peor. Metí la cabeza en mis brazos, acariciando con mi nariz el pelaje del gatito. Entonces escuché algo chasquear una de las ventanillas del auto. Cuando me fijé había un dedo tocando la ventanilla. Supuse que esa era su forma de avisar.

Me encamine al auto y decidí entrar por la parte de atrás, no me apetecía estar al lado de Nimbo. Abrí la puerta, entre lentamente, con mucha precaución, abracé con más fuerza al gatito, me senté, mire el asiento dónde debería estar Nimbo y.... Nada, estaba cabizbajo, respirando de a poco, como si estuviera agotado. Sin poder evitarlo, preocupada deje al mínimo en el asiento y me acerque a Nimbo. No parecía estar en tan mal estado como antes, está mejor.... o eso creí.

Sin esperarmelo Nimbo se reincorporo con brutalidad para luego arremeter contra mí. La cadena con la que le había enganchado uno de sus brazos no sirvió de mucho ya que me había acercado de más. Note como Nimbo iba directo con sus colmillos, que ahora me parecían aterradores, en dirección a mi cuello. En un intento de que eso que estaba pensando no pasará lo empuje por los hombros, pero, claramente yo en fuerza contra él, ni de chiste le ganaba. Y de repente con los dientes ya rozando mi cuello y yo cerrando los ojos temiendo lo que seguiría.... se rió, se estaba riendo ¿Se está riendo? La risa creció aún más.

—¡Deberías ver tu cara! —dijo entre risas—, no sabes lo que te pierdes.

Sus colmillos dejaron de estar en mi cuello y al abrir los ojos lo vi sufriendo de un ataque de risas. Yo aún lo seguía procesando: me atacó, pero se está riendo, pero me iba a morder, pero se terminó riendo.... entonces sí está mejor. Lo mire ceñuda.

—¡Eso no se hace!

Él empezó a dejar de reírse hasta quedar callado pero sonriente.

—Pero debes aceptar que fue divertido.

¿Divertido?

Otra vez sin esperarme tal cosa Nimbo me lamió el cuello dónde habían estado rozando sus dientes. Me sobresalte.

—¡¿Qué haces?! —solté de golpe con todos mis sentidos de nuevo al límite.

Nimbo se volvió a su lugar en un movimiento rápido.

—Nada raro. —Se encogió de hombros.

Quise decir algo pero cerré mi boca al ver qué seguía encadenado. Recordé la bromita que me había hecho, eso basto para estremecerme del miedo, porque aunque haya sido una broma, sí dio miedo, mucho miedo.

—Me quitas ésto —Alzo la mano encadenada.

Hice caso a su petición dirijiendome al volante. Con la llave que tenía abrí la especie rara de candado en forma de aro dejándole libertad a Nimbo. Ah, es verdad que no les conté que la cadena no la ate, no, para eso tenía un candado.

—Mil gracias, señorita. —asintió agradecido.

Sonreí nerviosa.

Señorita —repetí en un susurro.

¿Cuántos años tengo? No me había visto en un espejo, ni siquiera mi reflejo, cuando me vestí con esta ropa como me había quedado y todo estaba a oscuras Nimbo fue el que opino. ¿Tendría canas? ¿Arrugas? Nimbo tenia pinta de ser joven, bueno en realidad no me sorprendería si tiene ochenta millones de años, si puede tener ojos con visión nocturna de gratis tal vez hasta la juventud la tenga. Pero y ¿yo?

Viaje a Casa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora