CAPITULO 1

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Los párpados me pesaban. Me dolía la cabeza. Abrí los ojos con pesadez, poco a poco. Veía todo borroso, eso no ayudaba. En lo que fuera que estaba recostada rebotó provocando un dolor más intenso en mi cabeza. Parpadee varias veces intentando ver con claridad mi alrededor. Finalmente de a poco mi vista se fue aclarando hasta que vi dónde estaba: asientos de cuero de color grisáceo, el techo gris, ventanas ahumadas, puertas con posa vasos, dos asientos más al frente con una persona en la parte izquierda.... Estoy en un auto.

Con esfuerzo me senté. Cada movimiento era una punzada en mi cabeza. Quién fuera que estaba conduciendo no se había dado cuenta de que estaba despierta. Trate de ver quién era por el retrovisor. Con lo poco que vi de él me di cuenta de que no lo conocía. Entonces un pensamiento brillo en mi mente: estoy siendo secuestrada. Decidida fui directa a abrir la puerta y tirarme para huir, como en las películas, tampoco es que iba a morir, el auto no va tan rápido. Con toda la velocidad del mundo, ignorando el dolor palpitante, abrí la puerta, o eso intenté. Oh, está trancada. El auto freno en seco, tuve que sostenerme para no salir volando. Y para cuando se detuvo....

—¡Por dios! ¡¿Quieres suicidarte?! —me grito. Su voz era grave y a su vez elegante.

Quise contestar pero....

—¿Qué no viste que iba a 80 km por hora? Si quieres suicidarte avísame y me ahorro el trabajo de ayudarte. —Paso de mirar al frente a mirarme a mí en un brusco movimiento, tenia el ceño fruncido.

—Yo.... —Mi voz sonaba algo arrastrada y ronca.

Él suavizó su expresión.

—Perdón, te lastimaste la cabeza de alguna forma.

—Sí....

¿Sí qué? Sí..... Espera, no recuerdo haberme lastimado la cabeza.... ¿De dónde vengo? De repente me asaltaron cientos de preguntas, no recordaba nada.

—¿Te conozco? —pregunte, por lo menos tenía que ser alguien conocido de mi familia, si es que tenía.

Él ladeó la cabeza. No veía muy bien como era su rostro, apenas veía clara las cosas. Él se echo hacia adelante acercándose, parecía estar escrutandome con la mirada. Gracias a eso pude ver el color de su pelo, piel y ojos: pelo negro azabache, piel blanca y ojos ¿Dobles? Entrecerré los ojos intentando ver mejor su color, pero no cambiaba: el izquierdo verde esmeralda y el derecho azul.... No, algo no está funcionando en mi vista. Él también entrecerro los suyos. Algo le hizo gracia porque sonreía.

—Nimbo Narayer, mucho gusto, lamentó informarte de que no te conozco. Debes tener hambre.

Ahora que lo decía, sí tenía hambre, me rugían las tripas. Asentí ansiosa por comer algo.

Nimbo se movió a el asiento del copiloto sacando una bolsa. Saco cosas de adentro. Ahora que estaba lejos ya lo veía de vuelta borroso, no sabía lo que había sacado ni lo que estaba haciendo. Hice una mueca de disgusto por ello. Pude ver claramente su mano cuando me tendió un sandwich de jamón y queso: era obviamente blanca, tenia puesto un guante negro que le dejaba los dedos y el dorso de la mano expuesta, y sin olvidar la pequeña cadena enganchada al guante.

Sin dudar un segundo agarre el sándwich y lo empecé a engullir. Por alguna razón sentía que no había comido en días. Me termine el sándwich y me dio sed, mucha sed, me sentía realmente seca.

—¿Tienes agua?

Nimbo me miró de reojo desde el asiento del conductor.

—No.

Esa noticia la sentí peor que cuando te quedas sin papel higiénico en un baño publico.

—No te preocupes, ahora mismo vamos a por agua. —Encendio al auto y aceleró — ¿Quieres sentarte en el asiento de copiloto?

Viaje a Casa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora