CAPITULO 6

15 2 7
                                    

—¡Coda! —La chica rubia soltó un alarido al darse cuenta del pésimo estado de la muñeca de su amigo.

El viejo hombre de pelo canoso apunto a Nimbo con fiereza. Nimbo hizo un ademán de moverse.

—¡Quieto o disparó!

Nimbo dio un paso adelante. El hombre me apunto.

—Quieto —demando.

Nimbo obedeció.

En este momento yo me encontraba en modo piedra, no movía ni un pelo ni emitía sonido alguno. Un segundo más y el arma se habría disparado, así matándome, pude haber muerto. Pense en mi cuerpo tirado en el suelo: derramando un hilo de sangre por la frente, no, con un agujero ensangrentado en mi cabeza, con los ojos abiertos y sombríos, con la boca entreabierta, pálida, fría; cuando el tiempo pasará empezaría a largar olor a muerto; los vampiros serían atraídos como tiburones por la sangre y vendrían a devorar mi cadaver ¿Y si me convertía en uno de ellos? ¿Qué haría Nimbo con Leviatan? Sin percatarme yo misma me había abrumado.

—Tranquilos, no queremos lastimar a nadie, sólo pasábamos —explico Nimbo.

—¿Cómo sabemos que no están mintiendo? —interrogo el chico pelirrojo.

Nimbo se encogió de hombros.

—Es creerme o matarnos ¿Qué prefieres? Cargar con el peso de haber matado a unos inocentes o tener que estar atento a cualquiera de nuestros movimientos para que al final nos vayamos por caminos diferentes, ¿No se oye mejor la segunda?

El chico apretó los labios fastidiado. Poco a poco me fui relajando, tomando una respiración regular. No podía mostrarme vulnerable y menos delante de unos completos desconocidos que nos apuntaban con rifles, una escopeta recortada y una Glock.

—Tú no eres él que pone las alternativas —replico el viejo—. Aquí hay muchas más, lo que yo propongo es que vengan con nosotros.

Nimbo alzó una ceja sin llegar a entender. Luego de unos segundos él sonrió mostrando sus colmillos.

—Sabes, no es tan mala idea.

El pelirrojo frunció el ceño mientras miraba los dientes de Nimbo. Parecía estar especulando algo, pero se negó enseguida sacudiendo la cabeza. Creo entender las probables ideas que le surgieron.

—Sí.... —musito la rubia.

Yo aunque no lo pareciese (o eso creo, no me puedo ver a mí misma) no parecía asustada, cuando en realidad estaba siendo presa del miedo, ya no tanto por las personas, mayormente por la certeza de que los vampiros venían hacia aquí; hicimos mucho ruido.

Nimbo miró más allá del hombro del viejo, donde estaba el umbral. Oh no.

—Hecho, nos vamos ya, los seguimos, y hacemos lo que les apetezca mientras que no nos hagan daño, nos vamos. —Estaba más apurado.

La mujer de mediana estatura asintió.

—Esta bien, no les haremos daño, sólo pretendemos ayudarlos, es lo que hemos estado haciendo arriesgandonos a merodear por las afueras: buscar supervivientes.

—¿Hay un refugio? —Intervine, por fin cortando mi silencio. La voz me había salido con una mezcla de anhelo y pavor.

La mujer sonrió genuina.

—Sí, cariño.

Sonreí también. Ellos parecieron calmarse cuando vieron mi reacción.

—Vamonos —insto Nimbo. Tenia las manos agarradas del lugar donde estaban enganchadas las cadenas que colgaban de su pantalón. Ya no sonreía, se veía más serio y persistente en irnos.

Viaje a Casa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora