EXTRA

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NARRADOR OMNISCIENTE

—Mis compañeros, son unos ineptos— la pelinegra, de ahora diecisiete años, murmura entrando a su hogar.

Tasha, mira a su hija y ríe negando. Estaba acostumbrada al mal carácter qué había adquirido su hija.

Los últimos doce años, la vida para ambas había cambiado de una manera inesperada. La pequeña niña Nohelia, ahora era todo una señorita independiente, estaba cursando su último año de bachillerato, había sacado el gusto por la música de su padre, por lo cuál era la principal cantante de una pequeña banda universitaria a la qué pertenecía.

—¿Y ahora qué hicieron tus compañeros?—

—Nada, ese es el problema, qué nunca hacen nada. Son unos ineptos, qué no sirven para organizar un simple concierto universitario— la menor murmuró, sentándose al lado de su madre.

Besa su mejilla, para luego tomar una manzana de la mesa del centro y darle un mordisco.

—Nohelia, no a todos les gusta la música, no todos tienen qué tener tu misma pasión—

—Igual, son unos ineptos. ¿Irán hoy verdad?, sabes qué importante para mi está presentación, mamá—

—Claro qué iremos, hija. Denis llegará en cualquier momento— la menor asintió, sonriendo.

—Perfecto, iré a cambiarme para luego irme. Nos vemos allá— Tasha, suspira viendo desaparecer a su hija.

Bufa, porqué las ganas de comer pizza no se le quitaban.

Minutos después, la menor regresa ya arreglada.

—Adiós, mami— besa rápidamente su mejilla y sale del hogar.

La rizada mira el reloj de la pared, y se percata que aún faltaba más de media hora para qué llegara.

Se levanta cómo puede, y decide ir al refrigerador a husmear un poco. Toma el primer paquete de galletas qué ve y no tarda mucho para empezar a comerlo.

Regresa a su puesto, continúa comiendo en silencio, hasta qué oye la puerta principal abrirse.

Voltea y sonríe al ver quién era.

—Hola, preciosa—

—Hola, amor— la castaña, suspiró cuándo siente los labios ajenos sobre los suyos.

Denis, acaricia su mejilla para luego sentarse a su lado.

—¿Cómo se portó mi otra princesa?— susurró acariciando está vez, el vientre abultado de su prometida.

Tasha sonríe y suspira.

—Está muy inquieta, no me deja tranquila ni un momento. Nohelia, no fue así—

—No todos los embarazos son iguales, bebé. Mañana iremos a la clínica sí quieres—

—Lo único qué quiero es comer pizza, y ni eso me dejas— reprocha, mirando mal a su prometido.

Denis sonríe y niega.

—Sabes qué el embarazo es riesgoso, no podemos poner en juego tu salud—

My little boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora