Capítulo (1)

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TASHA VENACINI

Habían pasado tres años desde que mi vida cambió para siempre, desde que todo cobró sentido para mi. Tres años en que aprendí a ver las cosas de una manera diferente (más pura y significativa), tres años de lágrimas, cansancio, pero sobre todo de mucho, pero mucho amor.

Un amor puro e inocente. Tres años habían pasado desde que conocí a mi pequeño ángel, a mi pequeño chico.

Decir que estos tres años fueron fáciles, sería decir una mentira, hubieron días en dónde todo se volvía demasiado complicado. Cómo la vez que estábamos en el supermercado haciendo compras con Adele, la madre de Noah.

FLASH BACK

Era sábado por la tarde y cómo era de costumbre cada sábado, había ido a la casa de Noah, ese día la señora Adele nos dijo que si queríamos acompañarla al supermercado, puesto que el mercado de la semana estaba por acabarse, ambos estuvimos de acuerdo
en ir.

Noah, había subido a cambiarse de ropa, mientras yo me quedé conversando con Adele.

Al cabo de unos minutos, Noah regresa, llevaba puesta una camisa blanca y encima de ella un abrigo azul cielo, acompañado de unos jeans negros ajustados, sus cover blancos que hacían juego con su abrigo. Se veía realmente adorable, sin duda alguna era el chico más lindo que mis ojos habían visto alguna vez, y lo mejor de todo, que él es mi chico, mi pequeño y dulce chico.

—¡Ya estoy listo!— su pequeña y dulce voz se hace presente en la sala. Su madre le da una sonrisa tierna, y dirige su mirada hacia mi.

—¿Nos vamos?— pregunta y yo asiento efusivamente, mientras tomo su mano y entrelazo nuestros dedos.

A pesar de que han pasado tres años desde que Noah y yo somos novios, es inevitable que él aún sienta ese temor cuándo hago contacto físico con él. Sin embargo, él sabe que no le haré nada y por eso siempre termina cediendo a mis toques de afecto.

Salimos de la casa y nos subimos al auto de su madre, cómo era de costumbre él iba callado, en realidad así era la mayoría del tiempo que estamos juntos, sólo nos disponemos a hacernos mimos y cariñitos mientras yo soy la que a veces le leo un cuento, o cómo en una ocasión, qué era de noche y no podía dormir por causa de la lluvia y relámpagos que esa noche había. Tuve la iniciativa de cantarle hasta que media hora después se logró quedar dormido.

Era un silencio del cuál aprendí a vivir con él, no era incómodo para nada. Era un silencio cálido, lleno de paz y amor, un amor que sólo él sabía transmitir.

Habían pasado aproximadamente unos cuarenta minutos y su madre aparcó el auto en el estacionamiento del supermercado. Nos bajamos y nos dirigimos al área de carnes y pollos.

—Bien chicos, yo me quedaré un momento por aquí a comprar pollo para preparar la cena de esta noche, mientras ustedes me hacen el favor de ir al área de frutas y verduras y comprarme manzanas y peras ¿vale?— asiento y para luego guiar a Noah, al área indicada.

—Bebé, ¿puedes ir al otro lado del pasillo por las manzanas mientras yo escojo las
peras?— sin decir nada se dirige al lugar que lo mandé, mientras yo me quedé escogiendo las peras.

Minutos después, escucho unos gritos ensordecedores qué hicieron qué pegara un brinco. Rápidamente dirijo mi mirada hacía dónde provenían, y me doy cuenta que eran del pasillo dónde se encontraba Noah, sin pensarlo dos veces suelto la bolsa que contenía las peras y salgo corriendo hacía allá.

Cuándo llegué, la imagen que vi me partió el corazón. Noah, estaba sentado en el piso con sus manos en los oídos, temblando y meciendo su cuerpo sin control alguno. Su mirada estaba puesta en un punto fijo en los estantes, su mirada estaba pérdida y vacía. Sin dudar me acerqué corriendo a él y me agacho hasta estar a su altura.

My little boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora