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Las cartas llegaron oportunas y las fuerzas armadas también, era raro para todos la presencia de la multitud de cascos plateados y capas doradas, nadie daba razones de su llegada a Lassul y a todos los puertos de Boros.

Ann estaba hasta el cuello de preocupaciones con todo lo relacionado con el festival que aunque le dolía en lo más profundo de su alma saber desaparecido al amor de su vida no podía detenerse a llorar por nada.

Vyvyan permanecía frente al espejo de su recamara esperando a que Melinda, la hija de la difunta costurera, terminara de cerrar el corset de su vestido.

—Listo, ahora solo falta la corona de claveles y los zapatos.— dijo pasando su brazo por su frente.
—Gracias tía Mel.— exclama sin ganas.

Ann despacha al último cliente de la mañana, dispuesta a cerrar para el festival pero antes de voltear el letrero y correr la cortinilla entra un joven de cabellera castaña vestido con un Ullie color avellana.

—Señora Woodlove ¿Vyv sigue aquí?.— recarga sus brazos en sus rodillas recuperando el aliento.
—¡Alex! ¿Cuántas veces te he dicho que entres por la otra puerta?— Ann señala la puerta justo al lado de la doble puerta del negocio.
—Perdón, no noté que ya estaba cerrando.— el muchacho se rasca la nuca, avergonzado.
—Pasa, está en su recámara.
—Gracias.— emprende su camino a las escaleras.

El muchacho toca delicadamente la puerta esperando una respuesta.

—Pasa.— Vyvyan alza la voz y Álexei entra.

—Woah...—Su asombro es interrumpido por Melinda.
—Muchacho, date prisa... Aún no termino de vestir a Roselyn.
—Tía, nadie me dice Roselyn.
—Tu padre lo hacía.— responde mientras ata el moño.
—Lo hace, pero él no está aquí— sisea entre dientes.
—Cariño, sé lo que tu madre vió en la carta—Vyv deja de ver el espejo y encara a Melinda.
—Y yo ví la nota que llegó a mi habitación junto con mi halcón.

Todos guardan silencio después y la tensión se siente en el aire, bueno... Eso desde la noche anterior.

Álexei juega con el borde de las mangas de su camisa mientras Melinda retoca su cabello, Vyvyan acomoda su cabello frente al espejo.

—He terminado contigo... ¡Qué cabello tan rebelde!— Melinda sacude su vestido y camina hacia Vyv.
—Aquí está la corona.— le tiende la corona de flores que Ann hizo como parte del Cirol.

Terminada la labor, Melinda baja con Aneliese y deja a los muchachos en la recámara.

—Pensé que detendrían el festival.— Alex da pasos lentos y temerosos hacia Vyvyan.
—¿Por un grupo de marineros inexpertos? ¿Por un conocido ermitaño? ¡Ni pensarlo!—espeta sarcástica. De soslayo mira a Álexei a través del espejo.—Al rey le importan poco las caras largas en su festival favorito.
—Si lo dices así, todo se ve peor, Vyv.
—Es lo que es, Alex.
—¿Qué decía la carta?.— vuelve a tomar asiento cerca de la puerta.
Secuestro. Nave a la deriva. Ningún puerto es seguro. Es todo.—Vyv trae a su mente la nota ensangrentada que Seamus llevó.
—¿Leíste la otra?— pregunta pensativo.
—¿La que venía de Ídussel? No, mamá me la arrebató en cuanto corrí a tomarla.—Vyv se tumba sobre su cama, hastiada—¡Cómo si no supiera ya!
—Vale, cálmate... Cobbie te espera afuera.—Alex avanza hasta Vyv y le da golpecitos en su frente.
—Ojalá hubieras sido tú.— se incorpora.
—No he metido la cabeza en sal, gracias.— su broma es silenciada por un golpe.—¡Oye!
—Ya, perdón... Vamos.

Ambos jóvenes salen de la habitación y a pesar de los chirriantes escalones, logran escuchar la plática de las mujeres en el nivel de la tienda.

—Aneliese, lo mejor que podemos hacer es confiar en la armada— Melinda se abanica tomando asiento frente a Ann.
—He confiado mucho durante este tiempo. Nadie nos ha dicho nada— corta de tajo la conversación.

Meinen SeemansroseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora