Día 5: Profesiones

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—¿Has encontrado algo al fin? —le preguntaron al otro lado de la línea

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—¿Has encontrado algo al fin? —le preguntaron al otro lado de la línea. Hina suspiró y el humo contenido en sus pulmones regresó a la punta candente de su cigarrillo atravesando el aire como un cuchillo. Era el quinto en aquella guardia.

—De hecho, tengo que encontrar algo que tenéis vosotros. Hancock me ha encargado infiltrarme en la oficina y extraer el expediente disciplinario de Buggy. Me da la impresión de que piensa chantajearlo para incluirlo en su larga lista de policías corruptos en la palma de su mano, pero, como siempre, no tengo pruebas al respecto.

—¡Mierda, Hina! ¡No podemos seguir así! ¡Está haciendo lo que quiere contigo!

Oh, y cuántas cosas ni siquiera se había atrevido a comentarle a Smoker, su más fiel amigo, su mayor aliado y compañero de trabajo. Sus gritos ni siquiera se dirigían a ella sino a la situación en la que se había visto envuelta cuando decidió infiltrarse en el nuevo cártel de droga que estaba asolando Loguetown. Prefería ya no mencionar que ahora se refería a la policía con un vosotros o que en ocasiones sentía que debía impresionar a su jefa para mantenerse a su lado. No; no era por miedo a ser descubierta, sino por el simple deseo de recibir un nuevo cumplido, un siguiente desafío que superar.

A Hina le gustaban los retos. Por ello había sido la primera en ofrecerse en una misión tan arriesgada como espiar a una mafia contra la que jamás se reunían pruebas constatables en un juicio —que no pudiesen ser amañadas después—.

Y allí había encontrado a la horma de su zapato, a Boa Hancock, la sobrina del ministro de Política Exterior y la última persona que te habrías imaginado trabajando en los bajos fondos. Por lo menos no era ella quien se manchaba las manos sino quien negociaba y organizaba la recogida de la mercancía del otro lado del Atlántico.

Cuando su orgullo no se lo impedía, tenía la impresión de que Hancock sabía quién era Hina en realidad, que era capaz de leer a través de su máscara con aquellos ojos azules tan arrogantes, tan sucios y oscuros como las manchas de ceniza en su camisa.

Aquella noche a Hina le había tocado vigilar el tráfico terrestre mientras las lanchas volvían de aguas internacionales cargadas de pruebas irrefutables del contrabando de Hancock. A la mínima señal de policía o la guardia aduanera, debía advertirlos para evitar la detención y tirar la carga al fondo del mar.

Ya había intentado en anteriores ocasiones que se descubriese algún cargamento abundante o que se buscase con un equipo marítimo los restos de los negocios del narcotráfico local. Aun así, el cártel actuaba rápido para recuperar lo que le pertenecía y justamente aquellos policías más corruptos eran los que se encargaban del turno de noche cuando los miembros de la banda se lanzaban al mar.

Muchas veces pensaba que, si Hancock tenía contactos en la policía, debía saber de su presencia en sus filas. Por mucho que su equipo limpiase el nombre de Hina de los expedientes del Estado, siempre quedaban cabos sueltos y ella sabía encontrar y atar cada uno de ellos.

Taste the revolution; One Piece Lesbian WeekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora