Día 7: Tema libre

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TW: Mención de muerte de personajes secundarios y agujas

El regreso a casa después de tanto tiempo lejos implicaba una serie de obligaciones

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El regreso a casa después de tanto tiempo lejos implicaba una serie de obligaciones. Aunque Nami adorase la posibilidad de volver a caminar por las calles que la vieron crecer, la congoja se aferraba a su pecho cada vez que pensaba en el siguiente paso.

Las palmeras seguían agitándose al viento como si el tiempo jamás hubiese pasado y el aroma de los naranjos llenaba los pulmones de Nami como si fuese oxígeno. Aquel viejo conocido le recordaba cómo su madre siempre se había burlado de su pelo y comentado que cada día se volvía más y más naranja tras tomar tantas mandarinas. Una pequeña sonrisa bañó su rostro de luz y fue entonces que por fin se decidió a cumplir con su deber.

Había una nueva floristería local que le había mencionado su buen amigo y alcalde de Cocoyashi, Genzo. Desde fuera ya brotaban las flores, que disfrutaban de la luz solar directa en aquel valle tan extenso en el que habían erigido la pequeña villa. Además de los diferentes ramos ya preparados a cada lado de la puerta principal, se podía leer un pequeño cartel con las ofertas del día. Por lo visto se llamaba Le Fleurs du Mal, y aunque captases la referencia a Baudelaire, se sentía contradictoria y lúgubre en aquel rincón soleado y colorido del mundo. ¿Quién querría relacionarse con una obra que hablaba de corrupción humana, pérdida de la inocencia y enfermedad del ser?

De todos modos, Nami necesitaba un ramo, así que entró finalmente en la tienda. Para ser una floristería, el interior era mucho más sombrío de lo que se había esperado. Las plantas seguían rodeando las ventanas, casi absorbiendo toda la luz solar del interior del local. La penumbra no le impedía observar todo lo que desease comprar, pero otorgaba un aire místico y embriagador a la estancia. El olor de las flores y el fino hilo de música a piano que se reproducía desde algún lugar solo aumentaban el efecto y Nami tuvo la necesidad de vagar por los diferentes puestos, aunque tuviese claro qué querría elegir al final.

Entonces, acercándose al mostrador, percibió un pequeño movimiento por el rabillo del ojo y elevó la cabeza en aquella dirección. Al otro lado, en una mesa más baja de escritorio, había una mujer sentada con un pequeño flexo iluminando las páginas de un libro que pasaba con sus morenos y largos dedos. Una de sus manos se alzó para apartar un mechón de cabello negro de su campo de visión cuando se desprendió de detrás de su oreja.

Parecía apacible de un modo que Nami sabía que jamás llegaría a replicar en su vida. La serenidad que le otorgaba simplemente contemplar su respiración calmada en el movimiento de sus hombros sería lo más cerca que estaría de aquella sensación. A la recién llegada se le rompió el corazón cuando la sacó de su ensueño privado cuando notó que estaba siendo observada.

—Oh, perdona, ¿deseabas algo? Normalmente nadie pasa por aquí a estas horas del día y me distraje de más. Yo soy Robin. ¿En qué puedo ser de ayuda?

Su voz contenía la frecuencia de las olas chocando con su piel en alta mar. Su sonrisa profesional, el aleteo de las gaviotas en el puertecito de Cocoyashi. Ella era de otro lugar, de otra isla que había impregnado el sabor de la sal en la forma en que pronunciaba las palabras y cubierto de espuma las puntas de su pelo largo meciéndose al viento. Sus ojos eran del color del cielo reflejado en el agua y, aun así, ya se había convertido en un pedacito más de aquel lugar al que Nami siempre había llamado hogar.

Taste the revolution; One Piece Lesbian WeekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora