αrεթﻨէα 𝗲𝗺𝗯𝗮𝗿𝗮𝘇𝗮𝗱𝗮 | Marianilo

〔𝗺ᵃˡ ᵈᵉ 𝗮𝗺𖦹ʳᵉˢ〕

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Mariano no sabría decir con exactitud cuánto tiempo llevaba enamorado de Camilo, lo único que sí sabía era que no lo estaba de Dolores.

Cuando la familia Madrigal se derrumbó (literalmente) fue que Isabela le cortó porque ella no lo amaba, y Mariano, que era un romántico empedernido, necesitaba a alguien a quien abocarse, él tenía mucho amor para ofrecer y no le importaba a quién eligiese. O eso pensó entonces.

Dolores y él empezaron a salir en la brevedad, Mariano no estaba enterado de que la hija de Pepa existía y fue aprendiendo sobre la marcha de ella. Así se acercó a Camilo.

Camilo, hasta su nombre le encantaba.

Él era radiante, robaba todas las miradas con su poncho amarillo y personalidad deslumbrante, Camilo se enfocaba en ayudar a la gente con sus quehaceres y hacerla reír, los niños lo amaban e incluso lo consideraban su madre.
Fue inevitable para Mariano sentirse atraído por la forma de ser de Camilo, desde niños el chico era como una estrella y la efervescencia que desprendía le resultaba magnética.

A dónde fuera se lo encontraba, hablaban de tonterías que los distraían por horas y la risa de Camilo se quedó en el subconsciente de Mariano eternamente.

¿Cómo podía ser tan dulce, tan amable, tan divertido y tan interesante?

Uno esperaría que el chico más popular del Encanto resultara ser un egocéntrico o un antipático, hasta el afán de ser el centro de atención de Camilo podía hacerte llegar a dicha conclusión, sin embargo él jamás pretendía opacar a los demás o hacerlos sentir mal, todo lo contrario, Camilo se preocupaba más por quienes lo rodeaban que por sí mismo poniendo cada esfuerzo de su persona para que el resto fuera feliz. Incluso si eso lo hacía infeliz a él.

Mariano notó el nivel de empatía y compromiso de Camilo sintiéndose luego abrumado y confundido.
Quería que Camilo fuese tan feliz como aspiraba a hacer al resto, él lo merecía y Mariano lo sabía mejor que nadie, pero Camilo negaba rotundamente que sus acciones le jugaran en contra, escondía sus penas y problemas en su interior y distraía la atención de ellas transformándose en quién le pidieras.

¿Cómo podía ser tan bueno y desinteresado? ¿Era una cualidad de los Madrigal?

Camilo tenía la gran capacidad de confortar a los demás, Mariano consideraba que ese era su verdadero don, el chico siempre sabía cómo aliviar las penas ajenas y escuchar tus problemas si querías contárselos, el bienestar emocional de los habitantes del Encanto era su real prioridad combinándose con el bienestar físico que ofrecía su tía Julieta.

¿Era opcional enamorarse de Camilo?, Mariano lo dudó, mientras que con Dolores él se sentía un novio, con Camilo se sentía una persona.

"─ ¿Estás bien Mariano? Luces decaído. Ven, acuéstate y cuéntamelo todo."

Si estaba triste Camilo le ofrecía su regazo para recostarse y contar sus dolencias.
Si estaba feliz Camilo se ocupaba de que nada destruyera su felicidad.
Si estaba desalentado Camilo lo animaba a él y sólo a él.

"─ ¿Sabes?, si eres feliz escribiendo yo te apoyo, Mariano. No hagas caso a lo que dicen esos idiotas, tú eres bueno en la poesía y te sientes satisfecho haciéndolo, eso es suficiente para mí y para hacerte feliz."

Realmente le fue inevitable enamorarse si el chico más adorable y bello del Encanto lo cuidaba como su novia debía hacerlo.

─ ¿Mariano?

Dolores lo quitó de sus ensoñaciones.

─ Oh, hola amor, ¿qué haces aquí?─ Mariano cerró el cuaderno que había llevado para escribir delante del río.