PROLOGO.

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Los latidos de mi corazón resonaban por todos lados, el ruido cada vez más intenso y por más que corría, mis piernas se sentían demasiado ligeras, demasiado ágiles y ni siquiera me sentía cansada.

Un aullido en el bosque me hizo pensar que mis tímpanos corrían peligro, la desesperación y el hambre. Tenía mucha hambre, pero no tenía una idea exacta de qué.

Hacía frío, sentía mis huesos helándose. Recuerdo cuando, de la nada, pude percibir el olor a sangre, y era como si de algún modo me llamase ¿Cómo era posible?

La desesperación en aumento y el olor a miedo, mucho miedo. Un grito me asustó, pero estoy segura de que en mi cabeza sonó mucho más fuerte de lo que realmente era.

La oscuridad. Sí, me sentía parte de ella y era como si ella también quisiera hacerme sentir así. Veía perfectamente a pesar de las horas y la poca iluminación. Ahora era parte de la oscuridad, no sé cómo ni en qué momento exacto, pero lo cierto es que ahora lo sabía.

Yo ahora pertenecía a la oscuridad, la misma que me hizo abrir los ojos después de mi propia muerte. 

Con cada respiración sentía como si mis ojos se empañaran, los sonidos me llamaban y un olor metálico me hizo llegar hasta ella, estaba herida. Lloraba de dolor, no podía verle la cara con claridad, sin embargo, me estaba molestando demasiado su llanto, era espantoso.

Me acerqué a ella con cautela, su herida en el brazo cada vez me hacía desearla más. Me sentía hambreada, aunque hastiada del mundo. Joder, en ese momento solo quería su sangre.

—No, no me hagas daño. Por favor —su voz era dulce, su aroma metálico también tenía un toque de flores, eso me produjo calma, y cuando vi su rostro fui consciente de que no quería matarla, no quería dañarla de ningún modo.

—Tranquila, no vengo a hacerte daño.

Se quedó en completo silencio, a pesar de que aún seguía llorando. Temblaba, y era como si yo pudiera escuchar sus movimientos.

Me tape la cara cuando sentí como si una bestia hambrienta rugiera dentro de mí, me acerque más para poder ver su herida y trague con dificultad al ver la sangre, intenté ayudarla tomando su brazo, incluso aunque eso hiciera que yo también me manchara de su sangre.

De manera instintiva y sin tener en claro qué era lo que hacía lleve mi mano frente a mi boca y la termine lamiendo, la sangre y su sabor. Sí, fue un error, eso me hizo desear más. La gota que saboreé se sintió como si fuese demasiado potente para mi sistema, activé algo en mí.

—¿Me vas a ayudar? —la escuché lejana, pero de algún modo me hizo reaccionar.

—Lo intentaré.

Luchaba. Me encontraba en una pelea interna que me nublaba los demás sentidos, quería ayudarla, pero también me llamaba su sangre. La deseaba mucho.

—Tienes muchas más heridas, pero la que más sangra es la del brazo —lo dije sin pensar o mirar, solo lo sabía y ya.

—Duele...

Paso mi lengua por mis labios, pongo su cuerpo sobre mis piernas y...

—¡No!

BESTIA PELIRROJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora