4. BUENA AMIGA

401 53 1
                                    

Amybeth.

Durante los siguientes días solo me centro en controlar mi sed de sangre, aunque al parecer soy insaciable.

Lilith me ayuda a usar ciertas habilidades que vienen con el vampirismo y me explica sobre el collar diurno, yo no sabía para qué servía antes y por eso no me parecía tan importante, ni cuenta me daba de que lo tenía, pero ahora sé que es el que actualmente me permite estar bajo el sol.

Para explicarme algo siempre usa ejemplos, y digamos que a veces suele ser un poco drástica. Y vaya, cuando digo drástica me refiero a que hay varios muertos y heridos en el camino, aunque claro, los que quedan vivos no recuerdan nada porque ella los hipnotiza, cosa que aún no sé hacer bien.

Voy dos veces por día a visitar a mi hija con ayuda de los poderes de Lilith, pero no es suficiente, cada vez soporto menos estar lejos de ella y me preocupa su bienestar, aunque sé que la reina del infierno se encarga de ello. Realmente quiero tenerla para siempre conmigo, no perderme ni un segundo de su crecimiento y apreciar cada instante de su vida, así es como soñaba cuando estaba embarazada, eso es lo que aún quiero.

—¿Por qué no puedo tenerla conmigo?

—Muchas cosas, eres vampira, se supone que estás muerta y no nos conviene una búsqueda.

—¡Él ni siquiera se va a dar cuenta que Robin no está!

—No puedes asegurar eso, es borracho, pero no idiota, al menos no a ese nivel. Le diría a la policía, armarían una búsqueda y encontrarían nuestro rastro, mi rastro.

—Eres poderosa...

—Ese es justo el problema, mi poder deja huella. Siempre. Y no todos los humanos son tan fantasiosos como para creer en los vampiros, pero sí en las brujas, de hecho, son aliados de varias de ellas y eso haría que encontrarán mi rastro.

—No...

—Podría cubrir el rastro del bebé si una humana lo esconde, una que no sea hipnotizada, una que lo haga sin tener que usar la fuerza bruta.

—Nadie va a hacer eso —suspiro, abrumada.

—¿Segura? —alza una ceja, haciendo evidente su insinuación. 

—No, a ella será mejor hipnotizarla para que olvide la existencia de los vampiros y la mía.

Me mira y sonríe, con burla.

—¿Disculpa? ¿A quién? Yo no mencioné a nadie.

Aunque era cierto no pensaba admitirlo, sin embargo, por obvias razones tampoco era necesario que la mencionara, ambas sabíamos perfectamente de que por momento la única humana que teníamos en común era Daphne.

Pasar tiempo con Lilith me hace bien, aunque me está volviendo loca su vida llena de libertinaje, una a la cuál no estoy acostumbrada. Yo, por ejemplo, no tenía idea de qué una mujer podía acostarse con otro hombre que no fuera su esposo, o que podíamos beber y divertirnos del mismo modo que ellos. Eso era una completa locura ¿No? Ni siquiera entendía cómo podía ser posible. Peor aún, por qué no lo había considerado posible antes. 

Su humor y personalidad suele ser muy diferente a lo que yo acostumbro en esta época, cualquier mínima cosa me parece un escándalo, algo prohibido.

Éramos las únicas mujeres que estábamos en el bar sin ser aquellas a las que les pagaban por entregarse a horribles sujetos, también notaba que había muchos hombres los cuales estaban casados o comprometidos, sin importarles en lo más mínimo lo que sus infidelidades podrían causar en sus esposas.

—Deja de observarlos así —escucho a Lilith y me giro para verla.

—Es que no me parece justo, ellos están aquí divirtiéndose mientras que...

BESTIA PELIRROJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora