No estaba soñando, estaba seguro. Una luz encandiló mis ojos, poco a poco mi vista se adaptaba. Recorrí con la mirada la habitación impersonal: Un armario de madera astillada en algunas zonas, una mesita de noche con una lámpara sobre ella y una cama pequeña donde se asomaba un bulto.
Un rostro enmarcado por una maraña de cabello pelirrojo y rizado, se levanto de las almohadas. Es Anne.
Una falda gris resaltaba sus piernas voluptuosas y un saco escolar cubría su torso. Caminó aprisa hasta la estación más cercana; tomo un taxi. Al cabo de unos 15 minutos, pisaba el marco de la puerta de un hospital; los doctores, las enfermeras y las del personal de limpieza la saludaban amables diciendo: <<Buenos días, Anne>> y una enfermera en particular le dijo <<Hija>>. La conocían. Debió haber estado bastante tiempo en ese lugar; no era un hospital de "mala muerte" pero tampoco era agradable. Las porcelanas color marfil brillaban con el reflejo de las luces allá, arriba del techo, y el aroma a desinfectante siempre presente en cada pasillo adyacente donde cruzaba.
Se detuvo frente a una puerta, Anne estaba radiante de felicidad. Tomo el pomo y la abrió. Una mujer —la cual Anne se abalanzo para abrazarla con fuerza— estaba sentada en la orilla de la cama dura y con barandas.
—Cariño, cuidado —dijo la mujer sentada en la cama que, pese a su apariencia demacrada transmitía felicidad.
—Tu madre ha sido muy fuerte —dijo el Doctor a la peliroja. Su mirada se avecinaba a lo paternal.
Anne lo abrazo y le agradeció por cuidar de su madre. El Dr. Rodrigo —su nombre estaba bordado en letra cursiva en su bata blanca– tenía una mirada amable y cálida cuando veía a Anne. Acompaño a ambas, a fuera y llamó un taxi.
Antes de subir al auto, le recordó las indicaciones para su madre y le pidió a Anne que comiera y descansara.—¿Es grave? —pregunto Anne al doctor que permaneció en silencio mirando el resultado en su ordenador.
—Anne... tu madre necesita ser intervenida ahora —soltó un suspiro melancólico— De lo contrario... morirá.
Su corazón se detuvo y sin darse cuenta sus manos temblaba. Estaba aturdida, su rostro palideció como una hoja blanca.
No por primera vez su madre estaba entre la vida y la muerte pero ahora no tenía fuerzas para luchar. Ella estaba segura de que no le quedaba mucho tiempo; y su hija iba a hacer cualquier cosa solo por salvarla.Las cirugías, los medicamentos, las consultas... todo pagado con su cuerpo. Esto es un secreto oculto en el corazón de una mujer, que nunca pudo ser feliz.
Su rostro enmarcado no ha cambiado demasiado; se parece mucho a su madre. Ella había estado en "La casa de té" hacía unos años; sus ojos grisáceos y cristalinos me miraban de nuevo. Anne me estudiaba confundida y aturdida pero nunca se opuso a seguirme.
Le extendí una taza de té. Ella observo el liquido en silencio con una nube de confusión.
—Tómalo —le ordene con voz neutra.— Este té hará que olvide lo que vivió en esta vida.
—¿Crees que merezco olvidar? —pregunto Anne sosteniendo su mirada.
—Eso no puedo decidirlo yo —respondí después de un breve silencio, y concluí—Solo usted, Anne.
Su mirada se fijó en la taza por un minuto. Lo tomo acercando la taza a sus labios rojizos; hubo un momento de inmovilidad antes de beber el té de un trago.
La dirigí hacía el pasillo y abrí la puerta para ella. En un abrir y cerrar de ojos la vi subir las escaleras al cielo hasta perderla de vista entre las nubes.
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Tercer Cielo
FanfictionNunca medite tanto en la muerte como ahora. Como un idiota ignore la aproximación de mi enemiga, que al final triunfo sin combatir contra un buen guerrero. No quería que eso lo ocurriese a ella... Tome su mano y la apreté con fuerza. No quería que s...