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Tumaini había sido restaurado, otra vez. Los heridos fueron atendidos y, quienes murieron, fueron enterrados como dicta la costumbre en la que se presentan los bailarines para acompañar de alguna manera a los difuntos en su último baile.

El gran maestro estaba reposando en cama con una venda en todo su torso. A pesar de la inmensidad de la herida, había logrado sobrevivir.

La puerta fue tocada suavemente y el rey ingresó.



– Bwana mkubwa. (Gran maestro.) – llamaba el rey acercándose despacio. – Habari yako? (¿Cómo se encuentra?)

– Estoy bien. Muy bien para lo que me sucedió. – respondía un poco burlón.



El rey se acercó y se hincó a un lado de la cama tomando la mano del gran maestro con mucho cuidado y cariño. Lo miraba a los ojos, una mirada llena de culpa.



– Perdóneme... – suplicaba – Por favor, perdóneme...

– No eras tú. Lo entendimos tarde y quiero pedirte que me perdones. – pedía – Creí que estando bajo la protección de Richard, podrías mejorar... No nos percatamos de la verdadera situación.

– Por un lado, yo lo sabía. Me aterraba aceptarlo y decirlo...

– Recuerda que uno mismo dejará crecer el miedo tanto como lo permita. – recordaba el gran maestro. – Por eso, aquel ser fue creado por ti.

– Lo sé. – suspiraba. – Agradezco tanto que, a pesar de lo sucedido, me escuchas y me recibes. – sonreía muy ligero.

– Damos lo que tenemos en nuestro corazón, majestad.

– Esta tarde, daré un importante informe. – comentaba suspirando. – ¿Crees poder estar presente?

– Por supuesto que sí. – sonreía. – Solo que estaré sentado por claras razones.

– Mientras puedas estar presente y estés bien. – sonreía ligeramente poniéndose de pie – Bien, ahora debo seguir atendiendo a mi gente.

– Que todo tu esfuerzo y conocimiento te sea devuelto.

– Asante, mwalimu mkuu. (Gracias, gran maestro.)



No dijo más y salió de la habitación, cerró la puerta y caminó hasta que se encontró con cierto guardián que se acercaba al rey de manera apenada.



– Majestad. – llamaba el cocodrilo, pero el rey permanecía callado y serio – Quiero... Pedir perdón por lo que cometí... Tuve miedo y cuando lo vi en su punto más vulnerable yo... Perdóneme. – suspiró desviando la mirada.

– Se notaba perfectamente que esperabas por un momento como ese. – dijo finalmente el rey manteniendo su seriedad – ¿Qué puedo esperar ahora de ti, Nabil? No quiero pensar que tratarás de traicionarme en un futuro.

– No, no lo haría jamás. – lo miró – Sé bien mi posición y que yo no podré ganarle jamás en combate puesto a que no poseo poderes como usted. Solo un idiota sería capaz de retarlo... Un idiota como yo.

– Parece que finalmente coincidimos en algo. – suspiraba suavemente – Está bien, Nabil. De alguna manera tenías que detenerme y muchos lograron hacerlo... Preferiría eso a que no lograran detenerme y pasara lo peor.

– Gracias, majestad. – sonreía ligeramente.

– Continúa con tu trabajo. – ordenaba siguiendo su camino – Y asegúrate de que todos se reúnan esta tarde.

– Lo que ordene, majestad.















Mientras tanto, en aquel conocido bosque, los erizos regresaban a su hogar junto con el ex agente. Los tres se sentían algo cansados por todo lo que tuvieron que pasar, sobre todo el estrés que se generó.



Más allá del viento ~ (2° temporada de Viento Libre)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora