Episodio 15: ¿Tú de qué vas?

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Derek admiró a Alana, en cierto modo le refrescaba que todo el mundo se enterara de lo que estaba pasando, después de todo, el que tenga tienda que la atienda y si no que la venda. Sin embargo, los planes de la mujer eran diferentes.

—Debes irte —pidió la mujer en voz baja.

—¿Por la puerta? —preguntó el joven con sarcasmo.

Alana ladeó la cabeza y alzó una ceja, suspiró y dijo:

—Vete por el mismo lugar por el que entraste.

—¡Alana, dame un se-segunto! —exclamó Nathan del otro lado de la puerta, de pronto se escuchó como las llaves se le cayeron.

—¿Está borracho? Ahora menos me iré —sentenció Derek.

La mujer suspiró y se arregló el camisón.

—Derek, soy una mujer adulta y puedo encargarme de esto —indicó la dama perdiendo la paciencia.

—¿Lo amas? —indagó el joven con el corazón en la mano.

—No —contestó Alana sin duda.

—Entonces, deja que entre y vea que eres mi mujer —demandó el chico.

Alana lo tomó del rostro y le dio un beso en los labios.

—Eres un puberto impulsivo —susurró ella viendo los ojos del muchacho, sonrió y agregó—, no olvides que no solo eres mi amante, sino el mejor amigo de mi hijo.

Derek dejó caer los hombros, era cierto, aunque no quedaría como un cobarde ante la mujer que...

—Por ti enfrentaría al mundo entero —afirmó con decisión.

—Lo sé, pero hoy no es el día. —En eso escucharon la llave, deslizarse por la cerradura—. Ve al baño y por favor, deja que yo sola me encargue de esta situación.

—Si él te pone un dedo encima, saldré y lo mataré —sentenció el chico, tomó el cuello de la mujer, la beso y susurró—. Ponte algo más de ropa.

Ella sonrió, asintió y caminó hasta la puerta, tomó la bata que iba sobre la pijama y abrió la puerta de golpe. Nathan estuvo a punto de caerse al suelo, pero se sujetó del marco al último segundo.

—¿Qué quieres? —lo interceptó Alana.

—¡Qué hermosa eres! —exclamó el hombre y acarició el rostro de la mujer, pero ella se apartó de su tacto.

—Vienes a mi habitación, me sacas de mi sueño, para decir semejante estupidez. ¿Qué pasó tu asistente se dio cuenta del hombre que eres? —cuestionó Alana cruzándose de brazos.

—No sabes lo que dices —replicó Nathan molesto.

—Antes, me hubiera importado en algo lo que dijeras, pero ya no. Ahora sé que detrás de esa máscara de señor empresario, solo se oculta un hombre sin huevos que no soporta que su mujer gane más dinero que él —expuso Alana. Nathan la miró asombrado, ella jamás había dicho malas palabras.

—Estás de psiquiatra —argumentó Nathan.

—No, cariño, estoy de abogado. Porque esta relación llegó a su fin —sentenció Alana cansada de estar discutiendo con su futuro exesposo.

De pronto, él soltó una risa.

—¿Crees que solo te voy a dejar ir así en calma? Todos los bienes son producto del matrimonio, por ende todo, todo es de ambos, eso incluye tus valiosos garabatos.

La mujer lo miró y le sonrió.

—Que patética excusa.

—Puede ser, pero es una muy válida.

La mujer respiró con calma y dijo:

—En el fondo siento pena por ti, nunca fuiste capaz de ver que la riqueza más grande era el tener una familia.

—Pero lo veo ahora —alegó el hombre.

—Es tarde, ahora vete, no solo de mi habitación, también de la casa.

—Debió ser una buena follada —comentó Nathan con ironía.

—¿Necesitas que te den clases? —indagó la mujer.

—Veamos si después de que te quedes sin dinero te seguirá deseando —amenazó él con una sonrisa en el rostro.

—¿Crees que el dinero me importa?

—No es solo el dinero, son todas tus obras —dijo Nathan.

Alana sonrió ampliamente.

—No soy una mujer de una sola pintura, pero aun así, si piensas que no daré una buena lucha legal; estás equivocado. No por el dinero, ni siquiera por mis cuadros, sino porque me cansé de vivir con la cabeza agachas, me harté de todas tus constantes humillaciones. Ahora largo, tu presencia me da asco.

—Te vas a arrepentir —sentenció Nathan.

Sin embargo, ella ya lo hacía, sobre todo por los últimos años en los que vivió un infierno sostenido.

Nathan salió de la habitación y azotó la puerta.

Alana tragó saliva y se sentó en la orilla de la cama.

Derek escuchó cada una de las palabras y no podía creer lo descarado que había sido Nathan, también se sintió orgulloso de Alana y la admiró mucho más, fue a salir del baño, pero la puerta de la habitación se volvió a abrir, él temió que Nathan hubiera regresado y estuvo listo para salir de darle una paliza. Sin embargo, la voz de su amigo llegó a sus oídos, así que pegó la oreja a la puerta para escucharlo todo.

—Mamá. ¿Estás bien? —indagó Jackson arrodillado ante su madre.

—Le pedí el divorcio a tu padre —manifestó la mujer.

—Me alegro por ti. —Alana miró con asombro a su hijo—. Llevo años viendo como poco a poco te iba apagando, llevo años esperando que encontraras la fuerza para dejarle.

—Te amo, hijo.

—Vamos por un café —propuso Jackson y Alana asintió.

—Ve bajando, iré un segundo al baño.

—Te espero abajo, llamaré a la tía Carlota —declaró el joven.

La mujer esperó a que su hijo se fuera y entró al baño. Derek la tomó en sus brazos y la abrazó.

—Estoy tan orgulloso de ti —susurró—. Creo que Jackson entenderá...

Alana puso una mano sobre la boca del joven.

—No deberíamos seguir juntos —murmuró la mujer. Derek la miró—. Sin embargo, no tengo fuerzas para alejarme de ti. No tengo idea de cómo pasó, pero me gusta pasar tiempo contigo. No obstante, nadie puede saber que tú y yo nos vemos.

Derek asintió, se sintió un idiota, por no pensar que Alana iba a enfrentar un divorcio y si Nathan podía demostrar su infidelidad podría quitarle todo. El joven retiró la mano de Alana de su boca y con cuidado besó su dorso.

—Nos veremos solo en el departamento en las afueras de la ciudad. Tendremos cuidado de no vernos en público. Conseguiré un par de teléfonos y nos comunicaremos por allí. Te apoyaré en silencio, te consolaré en las horas de la noche y susurraré cosas hermosas en tus oídos.

—¿Siempre eres así o solo cuando te estresas? —bromeó Alana. El joven la tomó de la cintura y la alzó del suelo, pegó su cuerpo a la pared y metió su mano en la vagina de la dama.

Ella abrió la boca y gimió, la excitación rápidamente llegó a su cuerpo y cerró los ojos, entregada al placer que le proporcionaba las manos del muchacho. De pronto, Sintió como Derek dejaba de acariciarla y la ponía en el suelo.

—¿Qué haces? —indagó la mujer.

—Asegurarme de que vendrás a mí. —Le dio un beso en los labios—. No se vale tocarse sola —señaló y desapareció por la puerta.


Alana se quedó inmóvil donde se encontraba. ¿En serio Derek la dejaría así? Sacudió su cabeza y decidió concentrarse en lo verdaderamente importante; su divorcio.

Amarte; es mi PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora