Episodio 20: Enfocada.

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Alana llegó al edificio que le había indicado la abogada y se encontró con que su amiga ya estaba allí esperándola.

—¿Qué te parece si al salir de aquí nos vamos a comprar ropa? —propuso alana a modo de saludo.

—Pues, la oferta más encantadora que una mujer me puede hacer —respondió Carlota dándole dos besos a Alana.

Subieron al ascensor en calma y pronto llegaron al despacho de Esmeralda.

La secretaria apenas vio a las mujeres, supuso que ellas eran las damas que su jefa estaba esperando.

—Hola, mi nombre es Missy, la señorita Esmeralda las está esperando. ¿Desean café o agua? —las abordó la joven con eficiencia.

—Agua —pidió Alana.

—Yo estoy bien, gracias —contestó Carlota.

—Muy bien, por favor pasen —les indicó la muchacha abriendo la puerta.

Las amigas entraron a la oficina, donde una elegante mujer las esperaba.

—Carlota, cariño. ¿Cómo estás? —Las recibió la dama de cabello canoso.

—Gracias a ti, puedo disfrutar de mi libertad —celebró Carlota sonriendo alegremente.

—Gracias a tu exesposo, por ser un hombre con errores —señaló la mujer—. Por favor, tomen asiento y cuéntenme su caso.

Alana y Carlota se sentaron frente a Esmeralda.

—Deseo divorciarme, no quiero quitarle todo, pero si deseo dejarle muy poco —comentó Alana.

—¿Su marido le es infiel? —indagó la abogada tomando nota.

—Sí, en repetidas ocasiones —respondió sin pensar.

—¿Le eres infiel? —Alana se quedó muda, ella no quería quedar en evidencia, o ser juzgada como mala esposa—. Seré tu abogada, necesito saber todo para poder defenderte de manera eficaz.

La mujer asintió con algo de vergüenza.

—¿Trabajas?

—Soy artista —le indicó Alana.

—¿Todos los bienes fueron dentro del matrimonio?

—Sí. —Alana estaba nerviosa, la mujer solo preguntaba y anotaba en su libreta.

—¿Hijos menores de edad?

—Hijo, mayor de edad.

—¿Lo amas?

La pregunta tomó de sorpresa a Alana y miró a su amiga.

—No —contestó con decisión.

—Háblame de tu trabajo.

—Soy pintora, creo cuadros, dibujos y a veces tomo fotos.

—Espera. ¿Alana Wallow? —indagó la abogada sorprendida.

—Sí.

—No puedo creerlo, yo tengo una pintura tuya. —La abogada señaló la pared detrás de ellas y las mujeres voltearon. Alana abrió los ojos emocionada, el pecho se le llenó de felicidad y casi llora de alegría—. Esa pintura es muy importante para mí, fue el último regalo que me hizo mi padre.

La abogada sacó un pañuelo y se limpió un par de lágrimas que se le escaparon de los ojos.

—Él te adoraba.

—No sé qué decir —admitió Alana con las mejillas rojas.

Esmeralda suspiró y arregló su camisa, no hacía falta, pero era un tic que ella tenía.

Amarte; es mi PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora