Historia Corta 09

14 1 0
                                    

Desconfiar Nubla El Juicio
Drama, asesinato, suspenso
Cuatro mil quinientas cincuenta palabras

· • · • · • · • · • · • · • · • · • ·

Sollozos.

Unos sonoros e incesantes sollozos era todo lo que se escuchaba en ese callejón sin iluminación, siendo acompañados con lamentos y súplicas lastimeras. A la salida trasera de una discoteca, estaba una adolescente pelirroja en el suelo de concreto, sosteniendo con sus brazos el cuerpo inerte de la persona que ella más apreció y amó en el mundo.

—E-elsa... —dejó escapar el nombre de su hermana mayor entre lágrimas, con su mano sobre su pálida mejilla.

No entendía cómo fue que sucedió aquello, cómo le pasó eso a Elsa. Si hace unas horas las dos estaban en la discoteca riendo, bailando y bebiendo para festejar que le dieron un ascenso en la empresa Black Sand. Incluso invitaron a todos sus amigos para ponerse al día y le pagaron al DJ para que pusiera su álbum de canciones.

La estaban pasando tan bien entre todos y unos cuántos desconocidos. Rapunzel se emborrachó y se subió a la mesa mientras bailaba sensualmente, pero Eugene consiguió bajarla y Moana se ofreció para cuidarla de que no haga ninguna estupidez. Kristoff compitió contra Eret en beber shots y fue tan obvio el ganador, mientras Mérida se vió obligada a pagarle a Astrid por su apuesta perdida, jurando llenar de golpes al rubio inconsciente por hacer que perdiera su dinero.

Jack bailaba con Elsa y estaban coqueteándose y besándose en cada minuto, e Hiccup mantenía una conversación con Anna sobre lo que harán cuando los dos se gradúen mientras compartían un poco de cerveza para acoplarse.

Pero ahora estaba ahí, tomando el rostro de su hermana con ambas manos mientras le súplica que por favor respire y vuelva con ella, pero aunque una parte de su mente sabe que no lo hará, se aferra con fuerza a la idea de que sí.

Ya había gritado por ayuda —la cuál nunca llegó, porque se encontraba en un callejón oscuro y fuera de la disco que emitía música con fuerza— y con algo de dificultad por la culpa de sus dedos temblorosos, llamó al número de emergencias y respondieron que llegarían lo más pronto que pudiesen, pero Anna sentía que habían pasado horas desde entonces.

Lo único que podía hacer era llorar, abrazar a su hermana y pedirle que se quede con ella, revisando su pulso con la esperanza de sentirlo, pero no, Elsa seguía sin reaccionar, sin moverse, sin respirar. No sangraba, no tenía ningún corte.

Pero está muerta.

Lloró más fuerte, incapaz de detener su llanto o el horrible dolor que se acumulaba en su corazón. No podía dejar de verla en ese estado. Los ojos azules de Elsa estaban apagados, rastros de su delineador se había escurrido por sus mejillas porque había llorado en sus últimos respiros, sus labios estaban semiabiertos y su cuerpo completamente helado.

Ella debió estar con Elsa y protegerla, jamás debió dejarla sola, era su culpa.

Con sus manos temblorosas, acunó el rostro de su hermana mientras la ve directamente por sus desesperados deseos de que de pronto Elsa vuelva a respirar, la mire a los ojos y le diga que todo está bien. E incluso quiere que todo sea solo una horrible pesadilla, que no es real.

Pero entonces sintió como una mano tapó sus ojos y otra mano le envolvió el estómago, siendo atraída hacia el pecho de la persona, quien la apresa en sus brazos y su cuerpo. Anna comenzó a hiperventilar, entrando en pánico por ser atrapada por un extraño, seguro el mismo que mató a su hermana.

Oh Dios mío, ella va a morir, van a matarla. Él quiere deshacerse de ella, la atrapó, no puede escapar, por eso va a asesinarla y nadie la salvará.

También va a—

Podrían Ser PerfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora