— Hey, chicos, vamos a resolverlo, ¿de acuerdo? —Chan dice, un ligero quiebre en su voz, su rostro cubierto en sangre y sus manos temblando un poco mientras toma su hacha de doble filo. Dos pares de ojos completamente aterrorizados siguen su movimiento.
— Hyung, hay demasiados, más de lo que podemos manejar. —Jisung susurra, su voz entrecortada, un par de gruesas lágrimas rodando por sus mejillas regordetas.
— Han pasado dos días, probablemente no queden ni una tercera parte de esa horda.
— ¿Qué si son más? ¿A cuantos podemos terminar sin que terminen con alguno de nosotros? —pregunta Seungmin.
— No, no, escuchen, —Chan se acerca a ambos—, somos mucho más fuertes de lo que creemos, se los prometo, podemos hacerlo. —asiente.
— Pero, ¿y si no podemos, hyung? —Seungmin pregunta, sus ojos llenos de lágrimas—. Si yo no lo logro... solo, dile a Innie que...
— No voy a dejar que nada les suceda, a ninguno. —corta Chan, luego mira Jisung—. Voy a sacarlos a ambos de aquí, vivos.
— Okay, de acuerdo Channie hyung, —Jisung suspira—, pero mejor que sepas, que ni yo ni Seungmin vamos a aceptar un sacrificio de tu parte, ¿de acuerdo?
— Así es. —Seungmin dice—. Así que no lo intentes. Somos los tres o ninguno.
— No hay nada de qué preocuparse, chicos. —les sonríe el mayor—. Ahora, tomen sus armas y prepárense.
Los dos menores asienten, Jisung toma su machete y Seungmin pone su ballesta cargada en posición.
— Hannie, tú abrirás la puerta, lo más silencioso posible, —Jisung asiente—, Minnie, necesito que despejes la puerta para que yo pueda salir. —Seungmin también asiente, parándose frente a la puerta, a una buena distancia—. En cuanto pueda, saldré y ustedes esperarán a la señal para salir también, ¿de acuerdo?
— De acuerdo. —responden los otros dos, Jisung ríe suavemente—. Quizás deberíamos pensar en cambiar la señal, Chris Everdeen. —Chan se ríe suavemente limpiando la sangre que caía sobre su ojo derecho.
— Cuando lleguemos a casa, te dejaré elegir la nueva señal. —los tres intercambian sonrisas antes de que Chan suspire, él señala la puerta—. ¿Están listos?
— Listos, hyung. —responde Seungmin, cada uno poniéndose en posición, la mano de Jisung sobre la manija de la puerta de madera, tan solo un leve temblor en sus dedos.
— ¿Ji? Estoy justo a tu lado. —asegura Chan parándose a la otra orilla de la puerta—. No dejaré que nada llegue a ti. —el menor asiente mordiéndose el labio.
— Listos, hyung. —dice ahora Jisung, suspira y aprieta la manija, Chan asiente—. Tres, —traga saliva—, dos, —se aclara la garganta, la tensión en los músculos de los tres está al límite—... uno. —y de un estirón abre la puerta.