OCHO.
8.
— ¿Cómo está? —pregunta a Minho.
— Luce bien, —responde él levantando un poco más el parche, Changbin hace una pequeña mueca—, pero creo que sí será necesario suturar. Es demasiado grande para que cierre por si sola.
— ¿En la farmacia no había lo necesario? —Changbin suspira, Felix hace una pequeña mueca.
— No, me dijo Bang Chan que había una enfermería, ahí podemos encontrar lo necesario.
— ¿Quién es Bang Chan? —pregunta Felix.
— Uhm, Bang Chan y Han Jisung son unos chicos que nos topamos en la farmacia, ellos básicamente nos dieron lo que trajimos. —explica Minho al menor—. Le comenté que quizá necesitarías sutura y él me dijo dónde podría encontrar las cosas.
— ¿Podemos confiar en él? —pregunta el menor—. No los estará mandando a alguna clase de trampa, ¿cierto?
— No lo creo. —Changbin niega y acaricia la mejilla de Felix mientras Minho lo venda de nuevo—. ¿Tienes hambre, Lixxie?
— Sí, sí tengo. —asiente—. Pero puedo esperar.
— No es necesario. —sonríe el más bajo caminando al buró y toma las barras, le da una a cada uno.
— ¡Oh Dios!, tiene chocolate, hyung. —jadea Felix mirando el envoltorio.
— Y fresas deshidratas. —Minho ríe ayudándolo a enderezarse un poco, Changbin arregla las almohadas, Felix se recarga cómodamente sobre ellas, haciendo una mueca por la punzada de dolor en su abdomen.
— Gracias, hyungs.
— Come despacio, te daré otro par de pastillas.
— No entiendo. —murmura Jeongin, comiendo un poco de cereal—. ¿De cuándo acá Chan hyung quiere hacer nuevos amigos?
— Ellos necesitan ayuda. —murmura Jisung—. Podríamos ser la diferencia entre que vivan o mueran.